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La publicación en Pepitas de Calabaza de 'Urtain. Retrato de una época', de Felipe de Luis Manero, me ha traído a la memoria que el famoso boxeador vasco ocupó un lugar en mi infancia y en una novela. En 'La cuenta atrás', de 2004, me ... basé, con licencias de mi cosecha, en su ascenso y caída. Era la historia completa de un juguete roto, que me interesó por su atractivo literario. Narrar los combates de boxeo desde la subjetividad del púgil, huyendo de imitar a una cámara, fue difícil y laborioso, pero satisfactorio. Convertí al trasunto del guipuzcoano 'Urtain' en el vizcaíno José Luis Arriola, alias 'Segalari'. Lo decidí así porque en los sesenta había en Bilbao una gran afición por el boxeo, sobre todo por los combates de pesos pesados.
En 1992, a los 49 años, José Manuel Ibar tiró la toalla y se arrojó al vacío desde un décimo piso (la cuenta del 'KO') para evitar hacer frente a sus acreedores y al desahucio. Fue en Madrid, lejos de su origen, la pequeña Cestona. La noticia de su trágica muerte me impresionó. Me vino a la mente un nítido recuerdo de la infancia. Fue en compañía de mi padre, que a pesar de mis diez años me dejó acostarme tarde y ver con él por la tele, la noche del 3 de abril de 1970, el combate de 'Urtain' con el alemán Peter Weiland por el campeonato de Europa de los pesos pesados. El país entero se paralizó para verlo. En los cuatro primeros asaltos 'Urtain' hizo doblar la rodilla tres veces al alemán. En el quinto y sexto lo pasó mal, se fatigó y recibió bastante castigo. Pero en el séptimo logró conectar una serie de golpes que dieron con Weiland en la lona. 'Urtain' era campeón de Europa de los pesados y se convertía en un auténtico héroe popular.
El sambenito del tongo persiguió a 'Urtain' durante los principios de su carrera. El 'morrosko' de Cestona venía del deporte rural, el levantamiento de piedras, en el que fue el mejor, y si accedió al boxeo fue porque no le quedaban contendientes que cruzaran apuestas con él. Era un hombre de gran musculatura, pero no en la forma que corresponde a un boxeador. Además, era bastante golfo, lo cual le acarreó tener poco fondo. Y como boxeador su técnica era escasa.
Después del triunfo en Madrid, el veterano Henry Cooper le dio una soberana paliza y le arrebató el título (tremenda la foto en 'Marca' de 'Urtain' con la cara hecha un auténtico cristo). Lo recuperó y lo perdió definitivamente en 1972. Luego comenzó la pendiente. Dejó el boxeo pero volvió al cuadrilátero como luchador de 'catch' con el sobrenombre de 'El Tigre de Cestona', abrió un restaurante, invirtió mal, despilfarró y acabó en el arroyo.
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