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Leí que dos mujeres, madre e hija adolescente, secuestraron un rato a otra, amante del marido y padre, con el objetivo de disuadirla de continuar ... la relación adúltera. Para convencer a la amante de que ese hombre no era conveniente para ella, le dieron una paliza entre las dos y le raparon la cabeza. El adúltero encontró a las tres mujeres. Tras enfrentarse a madre e hija, liberó a la amante, pero ya con el pelo al cero. Me recordó al cine de Arturo Ripstein.
Siempre me han impresionado las imágenes y fotografías de personas a las que han rapado el pelo al cero como castigo y señal pública infamante. Se practica esta humillación sobre todo con mujeres, a las que privarles del pelo resulta en general más duro que a los hombres. Son conocidas esas filmaciones al final de la Segunda Guerra Mundial, en ciudades liberadas por los aliados de la ocupación nazi, de mujeres llorosas a las que rapan con maquinillas por haber mantenido relaciones con soldados alemanes. Las mujeres castigadas se ven rodeadas por una muchedumbre vociferante que se carcajea mientras la pena la ejecutan otras mujeres, que dan muestras de estar contentas en su papel de verdugo trasquilador. Las rapadoras mañosas trazaban en la pelusilla unas sendas más marcadas para añadir al pelado el signo de la cruz gamada.
En el servicio militar obligatorio, la primera muestra física de que estabas a merced de los militares y sus métodos alienantes era el corte de pelo. Todos con el mismo rapado. Ese despojamiento de un aspecto individual, unido a verte vestido con un uniforme y colocado en una formación cuadrada, era la demostración de que habías sido despersonalizado y pasabas a formar parte de un colectivo que debía actuar como un solo hombre que no piensa, solo acata órdenes.
Otra manifestación del rapado, distinta al castigo y la humillación impuestos, es el corte al cero voluntario como símbolo de ferocidad, para dar miedo. Así lo exhibían los obtusos 'skin head'. Hoy en día, el coco pelado por opción estética ha perdido ese carácter siniestro, salvo en los neonazis. Por otra parte, debería darse la exigencia de que para acceder a un cargo público de importancia fuera requisito indispensable raparse el pelo previamente. Quizá descubriéramos así que el azote del cotarro, el de la cabeza imposible por fuera (supongo que habrá estudios psiquiátricos de por qué se da en varios líderes de extrema derecha el tocado capilar demencial) y por dentro, luce en el cuero cabelludo el 666, el número de la bestia, como pasaba en aquella buena película de satanismo que era 'La profecía', y que es el Anticristo.
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