El Euromillones del viernes: comprobar resultados del 31 de enero

Permítanme una paráfrasis de aquella sentencia demoledora, a la par que humorística, de Baltasar Gracián: «Son tontos todos los que lo parecen y la mitad de los que no lo parecen». En asuntos de racismo, yo diría que son racistas todos los que lo manifiestan ... y la mitad de los que no. La concordancia entre ser tonto y racista sería quizá más discutible, aunque no resulta el racismo expresión de la necesaria amplitud de miras que conlleva la inteligencia.

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Desde luego, escasa luz o inexistente, menos que la de un trabuco, mostró la chusma que llamó «puto mono» al jugador de piel negra Vinicius. Pero más que ese exabrupto de odio por parte de gente tan primaria, me preocupan los racismos menos estentóreos o evidentes: los que se manifiestan con chocante naturalidad, los solapados y los de la inconsciencia.

A cuenta de este bochornoso asunto de los insultos racistas al jugador del Real Madrid (que por lo que he leído no es un caso excepcional), se ha formulado la pregunta de si España es un país racista. Considero que la respuesta, en lo esencial, es no. Ni las leyes ni la política del Gobierno lo son. Lo serían si la extrema derecha, que en absoluto oculta un explícito racismo como una de las bases de su peligrosa concepción del orden social, alcanzara posiciones de poder relevantes.

La cuestión se hace más resbaladiza si trasladamos la pregunta a cuantificar el número de racistas entre la ciudadanía. No es posible saberlo mediante encuestas o estadísticas ya que, salvo esos racistas convencidos de extrema derecha, la mayoría de la gente no lo reconoce o ni siquiera sabe que lo es, o que lo somos. Solo puede extraerse una relativa conclusión de lo que vemos y oímos en la vida cotidiana. A tenor de lo que he escuchado de muchas personas a lo largo de estos años, el balance no es muy positivo. El tantas veces oído: «Yo no soy racista, pero…» (descalificación al canto). O: «Sí, el bar ese sigue estando bien, pero ya no entro porque ahora lo llevan colombianos, no los de aquí».

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Creo que sí hay un racismo inherente a muchas personas de diversas condiciones, que de menor a mayor grado se exterioriza desde la condescendencia hasta el desprecio. El racismo nace y crece por un sentido de superioridad excluyente. De bastantes racistas que conozco, me gustaría saber en qué apoyan el suyo. Y no es inhabitual tomar la parte por el todo. Por ejemplo: la lógica aversión a los delincuentes juveniles marroquíes por rechazo general a los magrebíes.

En fin, hoy es día de elecciones: vayamos a votar. Las urnas no lo resuelven todo, pero continúa siendo la mejor manera de intentarlo.

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