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Recuerdo la película de Ingmar Bergman 'Los comulgantes' y al atormentado protagonista, que cargaba sobre sus espaldas la culpa propia y ajena, el abrumador peso ... culpable del mundo. Me interesa la culpa en la introspección, en los estados de la conciencia; también como condicionante de las relaciones humanas y, sobre todo, como asunto literario. De hecho, el tema de fondo de la mayoría de mis libros, incluso de los más humorísticos (el humor es compatible con lo grave), es la culpa y su carácter indeleble, su inevitabilidad una vez asumida y el imposible desvanecimiento. No hay exoneración para la culpa. El perdón de la víctima no la extirpa. La confesión solo la borra para los cristianos, no es exculpatoria para el sentido ateo de la ética.
Es propio de neuróticos o de santos, y puede que una suerte de megalomanía, querer cargar con toda la culpa del mundo. En la espléndida serie de cómics de Gérard Lauzier 'Las cosas de la vida' (muy recomendable descubrirlo o releerlo; está publicado en un volumen integral por la editorial Fulgencio Pimentel), uno de los personajes, un jovencito inadaptado y contestatario, desprecia a sus padres y a los amigos burgueses de estos porque son capaces de estar de fiesta mientras hay una guerra en Mozambique. Y en el polo opuesto, es propio de canallas con el sentido de la ética atrofiado carecer de carga de culpa aunque sean responsables de un crimen (por acción u omisión) y sepan que no han hecho lo que debían para evitar la desgracia de personas o su muerte. Tienen en mente un trágico ejemplo reciente con cuestiones no resueltas.
Creo que no es acertada la denominación sentimiento de culpa. El odio o el amor, incluido el que se profesa a las naciones, sí son sentimientos (la fe religiosa no estoy seguro de lo que es). Sin embargo, la consciencia y conciencia de la culpa son racionales, el fruto de un análisis y una reflexión; muchas veces evidente y casi automático, otras más intrincado y sutil.
Me pregunto si las pasadas y presentes estrellas estrelladas de este país, sobre todo las de la clase política (presuntos culpables o ya condenados), ¿soportarán el peso de la culpa? ¿O su inmoralidad sistemática les blinda e impermeabiliza la conciencia? En todo caso, la consciencia de la culpa no deja de ser algo íntimo sin manifestaciones exteriores y, como queda dicho, creo que no lava nada ni en términos personales ni a efectos de la sociedad. Lo más eficaz respecto a la culpa es que los tribunales demuestren la culpabilidad de los culpables y los estados del alma se correspondan con realidades físicas como los barrotes de la cárcel.
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