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Una fotografía tan repelente como conocida de Millán Astray y Franco juntos, de uniforme con capote y gorros de plátano, los muestra con unas expresiones de provocativa chulería, realzadas por los gestos como de asco de las bocas (no se sabe si cantan o insultan) ... y las barbillas levantadas hasta el paroxismo de la arrogancia. La imagen resulta caricaturesca, pero no por ello da menos miedo. Se nota que esos dos tipos son muy peligrosos.
En la notable película de Amenábar 'Mientras dure la guerra' (2019), Santi Priego hace la mejor interpretación de Franco que he visto en cine; transmite una impasibilidad calmosa, fría, bajo la que se adivina su carácter implacable. Y el excelente Eduard Fernández es Millán Astray. En una conseguida secuencia, Fernández, vestido de paisano con un traje oscuro y sombrero, va en un coche descapotable al lado del conductor, que avanza a poca velocidad adelantando a una columna de legionarios que marcha a pie. Millán Astray (en su rostro manda el monóculo negro que le tapa el agujero del ojo perdido) arenga a sus muchachos, lanza un «viva la muerte» y acto seguido, para darse ritmo, da palmadas en su puerta por fuera con la mano que le queda y entona el himno de la Legión, que la columna secunda.
José Millán Astray (1879-1954) fue el fundador de la Legión y de Radio Nacional de España. Si en la guerra de Marruecos Franco tenía fama entre los moros de gozar de baraka y que las balas no lo tocaban aunque se expusiera temerariamente, su conmilitón y amigo se las llevó todas. A consecuencia de los cuatro disparos que recibió en distintas acciones, perdió el ojo derecho y el brazo izquierdo. De ahí el apelativo de «glorioso mutilado».
¿Por qué me ha venido a la memoria Millán Astray? Porque Javier Ortega Smith me lo recuerda. Desde luego no en el físico: el del político de Vox es imponente y le quedaría muy bien el uniforme negro con gorra de plato y botas altas de oficial de las Waften SS. Le encuentro semejanza con el glorioso mutilado en sus actitudes chulescas, en la arrogancia y los aires de 'miles gloriosus', el soldado fanfarrón de la obra de Plauto. Los enfrentamientos que protagoniza en las instituciones, con prepotente agresividad, son lamentables alardes de chulería. Y cuando se dirigió a los policías antidisturbios durante los aquelarres guiñolescos de Ferraz, impartiendo instrucciones de comportamiento y advertencias desde una autoridad que se atribuía, produjo vergüenza ajena. Por todo ello se me asemeja al jefe legionario en una misma dimensión caricaturesca, que también no por ridícula deja de ser peligrosa y dar miedo.
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