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Es un clásico lo del siniestro con víctimas que se podían haber evitado con la debida diligencia. El paso a nivel sin barreras que atraviesa el tráfico, está denunciada su peligrosidad tiempo ha, pero no se ponen las barreras hasta que un tren arrolla un ... coche y mueren sus ocupantes. La montaña rusa que no aprobó el último control de seguridad pero sigue en inexplicable funcionamiento hasta que los vertiginosos vagones descarrilan. La sala de conciertos cuyas puertas de emergencia estaban cerradas, para que no se colara nadie, y en un tumulto de pánico la gente se aplasta contra ellas. Y tantos casos más con diversas variantes, pero el denominador común de la dejadez o la negligencia, incluso de la corrupción.
En el trágico suceso del incendio con trece muertos (supuestos delitos de homicidio imprudente) en las discotecas de Murcia, todavía, a la hora que escribo esta columna, se desconoce la causa del fuego o no se ha hecho pública por secreto del sumario. Lo que sí se sabe es que esas personas no habrían perecido si esos locales hubieran estado sin actividad, como debía ser en cumplimiento de la orden de cierre dictada hace nada menos que un año.
En la rueda de prensa que dieron los concejales de Urbanismo del Ayuntamiento (anterior y actual) me asombró que se dijera que era difícil saber si permanecían abiertas. ¿El numeroso público que acudía era invisible? ¿Los anuncios de fiestas que difundían eran ilegibles? Los guiones para dar la cara públicamente cuando cae un inesperado papelón en el que te han pillado en bolas y no te queda más remedio que ofrecer alguna explicación no suelen tener la solidez de la pluma de Dalton Trumbo, pero de ahí al ridículo en que se ha incurrido dista un trecho. Mediando esa orden de cierre que debe verificar la Administración local no pueden pretender la carga de toda la responsabilidad sobre los dueños de las discotecas. Sabremos (espero) qué destapa el sumario de esta tragedia y a quién se le cae el pelo o es designado como cabeza de turco para que pague el pato. Mientras, más allá de la dejadez para ejecutar esa orden de cierre, el tufillo a presunto cohecho por hacer la vista gorda se adensa.
En 'El coloso en llamas' (John Guillermin, 1974), quizá la mejor película de catástrofes durante la moda de aquel cine que dio bastantes títulos, la causa del incendio en el altísimo rascacielos era un cortocircuito en el cableado eléctrico. El constructor ordenó abaratar costes y la calidad de los aislantes no era la adecuada. Veremos en el infierno real desencadenado en Murcia cuál fue la causa del fuego y si hay algo punible detrás.
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