Poco a poco y sin orden, vuelvo a ver una vez más la mayoría de películas de Buñuel. La feliz revisita a 'El ángel exterminador' (1962) me despertó las ganas de revisar 'Los olvidados' (1950), el otro título que más me gusta de los que ... rodó Buñuel en México. La descarnada historia de Jaibo y su pandilla de marginados sin futuro en Ciudad de México está contada al modo del neorrealismo italiano, pero sin renunciar a secuencias de un arrebatador onirismo surrealista. 'Los olvidados' solo la encontré en YouTube en una copia sin restaurar que me disuadió. No obstante, volví a ver dos breves secuencias que me impresionan sobremanera por su crueldad hacia dos personas indefensas: un ciego y un hombre sin piernas. Ambas son tan realistas que resultan próximas al sentido del surrealismo de Buñuel. Lo incrementa que sucedan bajo el duro sol mejicano, sin espacios con sombra ni más gente que los implicados, en un camino polvoriento que atraviesa un descampado y en una calle vacía.

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En la primera, la banda de olvidados se venga de un músico callejero que es ciego y que ha evitado antes, dándole un fuerte bastonazo en una pierna, que uno de los golfos le robe mientras tocaba en una plaza. Lo rodean en el descampado y le tiran boñigas frescas y piedras mientras el ciego intenta defenderse haciendo molinetes con su bastón en todas direcciones: palos de ciego. Al final lo derriban y con una piedra grande le rompen el tambor. El ciego, boca abajo, levanta la cabeza con la cara manchada delante de una gallina que, parada ante él, lo mira.

En la segunda, y sin más razón que el entretenimiento, los olvidados hacen detenerse a un hombre demediado que avanza en un precario carrito que impulsa con unas piezas de madera en las manos, que le llegan al suelo. Como no quiere darles tabaco y les dice que no mantiene a vagos, lo sacan del carrito, en cuyo frontal está escrito en letras mayúsculas: «ME MIRABAS». Lo dejan tirado en el suelo mientras pide auxilio, y de una patada le mandan el carrito a rodar calle abajo.

Me di cuenta esta vez de que lo que más me impacta de esas escenas es lo banal de esa crueldad, que esas agresiones humillantes son para ellos como si hubieran matado el tiempo dando patadas a una lata. Junto con otros factores pero con el mismo prisma de gratuidad, veo desde las brutales palizas que unos críos dan a otro, pasando por niñatos de fiesta que prenden fuego a quien duerme en la calle, hasta el reciente caso del hombre sin piernas con un cuchillo, que salta de la silla de ruedas y corre patéticamente con los muñones antes de que unos policías lo acribillen a balazos.

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