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Con 'Mogambo' (1953), película de aventuras y romances africanos dirigida por John Ford, la censura franquista tuvo una sonada (o más bien sonora) ocurrencia. Mediante ... el doblaje, se convirtió al marido de Grace Kelly en su hermano. De este modo, el enamoramiento de Grace hacia Clark Gable no suponía adulterio. Que resultara extraño y con atisbo incestuoso que la Kelly compartiera dormitorio con su 'hermano' no importó a los obtusos censores.
Un artículo de Iñaki Esteban en EL CORREO se refería a que la editorial que publica en Gran Bretaña los libros infantiles de Roald Dahl ha eliminado o cambiado en los mismos muchas palabras que considera lenguaje ofensivo en la actualidad. Así, se elimina «fea», y el orondo Augustus de 'Charlie y la fábrica de chocolate' ya no es «gordo», sino «enorme». Curioso, por no decir patético, es que en la estupenda novela 'Matilda' la niña ya no lee a Kipling, sino a Jane Austen. De estas labores de expurgación, para que ningún colectivo se ofenda y conseguir mayor corrección política, se ocupan los llamados lectores con sensibilidad ('sensitivity readers') que, leo en otra noticia, comienzan a operar (con bisturí) en editoriales anglosajonas con relecturas correctivas de manuscritos antes de su publicación. Ya han aparecido agencias que ofrecen relectores sensibles, que estarán dispuestos a encontrar lo que sea para justificar la soldada.
¿Cuál es la diferencia entre la tergiversación de 'Mogambo' y los cambios y supresiones en la obra de Roald Dahl? Creo que ninguna. Ambos son pura censura con un denominador común de ridiculez que no atempera su peligrosidad. Ya no son las memeces sin acción práctica de querer cancelar a Joseph Conrad o considerar una película antifeminista porque la chica mala es mujer; esto es atentado a la integridad de la obra de un escritor. La única persona que puede reescribir un libro es su autor.
Si los deudos de Dahl han autorizado estas alteraciones o simplemente no se han opuesto a ellas, alguien, por ejemplo el Estado, debe poder intervenir por medios legales. Lo mismo con autores de dominio público. Hay que evitar que a algún iluminado le tiente publicar una versión sensibilizada de 'La isla del tesoro' en la que Long John Silver ya no se llame así, porque Long John es una marca de whisky y se considere apología del alcoholismo, y que ya no cojee con una pata de palo porque puede ofender a quienes les falta una pierna. Todo este asunto es grave y dañino para el arte y espero que agite no solo al mundo cultural, sino a la sociedad. La distancia entre estas chifladuras y quemar libros no es tanta.
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