Urgente Grandes retenciones en la A-8 y el Txorierri, sentido Cantabria, por la avería de un camión

Esta semana veo muchas malas caras. Unos que critican a los que no perdonan, y otros que dicen que perdonar no es eso. Unos que piden la vacuna para 'algunos' y otros que dicen que esos 'algunos' deberían ponerse a la cola. Y otras muchas ... cosas más en mi entorno…

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Pero no podemos contagiarnos de esa acritud. Y pensaba en la película que da título a este artículo. Su mensaje es que si en las peores circunstancias no permites que nada -y menos aún, nadie- te robe la paz, te conviertes en intocable. Porque la paz no se roba, la paz se entrega. Y si abdicamos de ella, perdemos nuestra libertad: porque ya no es nuestro libre albedrío el que decide qué sentir y estaremos al albur de las circunstancias.

Si decido dar demasiada importancia a lo que no la tiene, entrego mi paz. Si tengo problemas en mi entorno, tendré que hacer lo posible para remediarlos… pero no debería angustiarme. Porque no habría de preocuparme aquello de lo que no puedo ocuparme.

Si lo que dicen de mí me afecta, también entrego mi paz. Decía Teresa de Calcuta que si eres humilde, nada te puede dañar, porque sabes lo poco que eres. Decía que, si has obrado mal como para ser criticado, pedirás perdón y olvidarás. Y si no has obrado mal y aun así eres criticado… olvidarás igualmente.

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En fin. Si aplicara esto que escribo en mi vida, seguro que sería más feliz. Pero decía Platón que la libertad está en ser dueños de la propia vida. Así, hay que tomárselo en serio. Si actuamos siempre con honestidad y sabemos que no somos nadie para juzgar, comprenderemos también que nadie puede juzgarnos. Y eso nos hará conservar la paz. Nos hará libres... Nos convertirá en intocables.

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