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Con sus temerarios pinitos en Teoría del Derecho Penal, María Jesús Montero ha sido la estrella de la semana. Hablo, naturalmente, de ese aquelarre sevillano ... en el que se vino arriba y se cargó la presunción de inocencia de un plumazo o de cuatro grititos. María Jesús Montero se tiró al monte y aún no ha bajado de él. Es verdad que pidió disculpas por lo que llama 'un malentendido', pero sigue insistiendo en que la sentencia que absuelve a Dani Alves es «un retroceso en los derechos de las mujeres» y en que «se tiene que generar un debate social», o sea confundiendo el ágora griega con los linchamientos medievaloides y los escupitajos del populacho. La verdad es que aquí el único retroceso para los derechos de las mujeres es que ella esté representándolas en un Gobierno. Mujeres son también las 3.100 que conforman ese 57,2% de la judicatura y la magistratura en España y que, a través de todas las asociaciones en las que se hallan inscritas, se han pronunciado de forma unánime contra esos disparates que cuestionan uno de los pilares básicos del Estado de Derecho.
Más allá de lo anecdótico, la pregunta obligada es qué le pasa al partido de Montero con el Derecho Penal. Cuando no justifica en Chaves y Griñán la prevaricación y la malversación de fondos públicos alegando que no ha habido afán personal de lucro, se saca de la manga la brillante tesis de que ambos contaron con la aquiescencia parlamentaria y de que un delito no es tal si lo legitiman los votos. A esa pregunta se añade otra más concreta: ¿Qué les pasa a los socialistas con la inocencia? Y es que la misma 'presunción de ídem' que el TC de Conde-Pumpido hizo valer para la exculpación de Griñán y Chaves y que ha cuestionado María Jesús Montero es la que le ha servido a Zapatero para otra deslumbrante lucubración teórica en torno al 'caso Alves'. Ahí está su entrevista en La Sexta en la que el expresidente sostiene que entre el exjugador absuelto y la acusadora «hay un conflicto de presunciones de inocencia».
¡El conflicto! Esa es la figura que faltaba en este simposio paródico de metafísica del Derecho. De la culpabilidad incuestionable de Alves hemos pasado a la equidistancia. Ya solo falta la aparición del mediador, que nos remitiría a la época creativa de Ibarretxe y a aquella reincidente petición suya a la clase política de que tuviera imaginación para reinventar lo que ya estaba inventado por Montesquieu, Tocqueville y una larga lista de cerebros más competentes que el suyo.
De Montero a Zapatero. Si la primera socava la presunción de inocencia por cesación, el segundo la socava por elevación, o sea, por una suerte de 'overbooking' de presunciones de inocencia que suena a inocentada y que haría imposible la Justicia.
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