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Primero fueron las tensiones de Sumar con el sanchismo sobre las pensiones y la edad de jubilación. Tensiones que a su vez se extendieron a ... Podemos con Sumar y CC OO, que apoyaron a Yolanda Díaz. Luego vino el rifirrafe de Yolanda Díaz con María Jesús Montero sobre la tributación del SMI en el IRPF. Y ahora vienen las diferencias de Sumar y Podemos con el PSOE en la política de defensa, contra la que también están IU, Bildu, el BNG, ERC y los Junts de Puigdemont, que a su vez tienen mil cuentas pendientes con Sánchez pese a las concesiones de este (recordemos la lista de insultos de Míriam Nogueras), entre ellas, la ley de fronteras, que en principio contó con un aval de Yolanda Díaz que luego se ha roto gracias a la reacción en contra de sus propias filas y los populistas afines: Podemos, Más Madrid, IU… De este modo, del fenómeno, realmente original, de un Ejecutivo que hacía oposición a la oposición, hemos pasado a otro fenómeno aún más colorista y creativo: el de un Gobierno que se hace oposición a sí mismo y que cuenta, en esa insólita estrategia, con el respaldo o, más exactamente, la desafección de los propios socios y los apoyos externos.
Uno comprende que todo este lío, toda esta representación pirotécnica del disenso gubernamental y de sus aledaños, sirva para llenar páginas de prensa, para esparcimiento del personal y para crear, en fin, unas expectativas en torno a una inminente voladura del sanchismo que traería el anhelado adelanto de unas elecciones, pero que no se va a producir al menos por esa causa y por ese camino. Y es que, en cuanto llegue la hora de la verdad, en cuanto el cerco político y virtual que el Gobierno se ha tendido a sí mismo amenace con ser efectivo y ponerlo en verdadero peligro, veremos cómo todas esas fuerzas y esos agentes ahora en discordia se unen como un solo hombre para sacarle a Sánchez las castañas del fuego que ellos mismos han prendido. En ese instante saldrán de sus tumbas los zombis más coquetos y pizpiretos de los que nos habíamos olvidado.
Sí. Asistimos estos días al espectáculo de una falsa oposición que está reemplazando eficazmente en el debate público a la otra, a la que debería ser real, o sea, a la de un Feijóo que relaja y rebaja el contenido fuerte de su discurso porque cree que sus mismos rivales le están haciendo el trabajo sucio y cociéndose en su propia salsa. Pero no hay salsa. Contra lo que pueda parecer, a quien más perjudica toda esta comedia del disenso interno no es al propio Gobierno, que lo genera y alberga en su seno, sino al PP. Y es que, si dejas que la oposición la hagan otros, la harán con unas ideas opuestas a las tuyas. Y en esa renuncia te estás derrotando a ti mismo de veras, no virtualmente como lo hacen los otros.
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