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He visto una vez más dos de las obras maestras de gran formato de David Lean: 'Lawrence de Arabia', de 1962, y 'La hija de Ryan', de 1970 (en mi aprecio, la tercera es 'El puente sobre el río Kwai', de 1957). Cada vez que ... veo 'Lawrence de Arabia' la película me gusta todavía más, pero también me resulta menos aguantable la interpretación de Peter O'Toole. Desde luego daba el físico (aunque Thomas Edward Lawrence midiera 1'66 y O'Toole 1'88), tan guapo y rubio y lo bien que le quedaba el albo atuendo de 'sherif' de tribu árabe. Y transmitía la faceta de narcisismo exhibicionista de Lawrence. Pero el registro de atormentado sadomasoquista con pluma, al borde del síncope nervioso, me parece de un histrionismo exacerbado y cargante. El papel se le ofreció a un excelente actor, Albert Finney, que no lo aceptó porque el rodaje de dos años, en parte en Marruecos y Jordania, le impedía seguir haciendo teatro en Londres; lástima. Sin embargo, el personaje de Lawrence y esa interpretación pasada de rosca dieron a Peter O'Toole fama mundial.
Está documentado que el rodaje de 'La hija de Ryan' fue un infierno. Duró algo más de un año en la impresionante península de Dingle, en la costa suroeste de Irlanda. El clima dio problemas, pero sobre todo los dieron los actores. Robert Mitchum (que llegó a cultivar un huertito de marihuana) y Trevor Howard estaban pedo con demasiada frecuencia, John Mills era intratable y Leo McKern se llevaba mal con el director y discutía sus órdenes. Pero Mitchum, Howard, Mills y McKern, también Sarah Miles, consiguieron unas interpretaciones memorables.
No se puede decir lo mismo del olvidado Christopher Jones, que encarnaba al mayor Doryan, importante personaje. Fue un sorprendente error de elección por parte del meticuloso David Lean. Quisieron a Marlon Brando para el papel, pero estaba comprometido con Gillo Pontecorvo en 'Queimada'. Cuando vieron lo poco que daba de sí el inestable y depresivo Jones, Robert Bolt le redujo los diálogos en el guion (que es buenísimo) a poco más que monosílabos. Pero con las caritas que tenía que poner de sufrir mucho y con los ataques de pánico por fatiga de combate no pudieron hacer nada. Jones estaba convencido de ser el sucesor de James Dean (se parecía a él) y remedaba los peores tics del malogrado mal actor. Incluso lo imitaba recorriendo en un Ferrari, a toda velocidad, aquellas precarias carreteras irlandesas.
Por fortuna, ni ese bisoño Peter O'Toole ni Christopher Jones empañan esas dos magnas películas, construidas con una solidez a prueba del transcurso del tiempo e incluso de los malos actores.
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