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Ya lo decía Mecano. Un paraíso me monto en mi piso. Eso es lo que parece que ahora algunas comunidades autónomas quieren montarse. Si el legislador central sube los impuestos, algunas comunidades piensan en bajar los suyos. Porque, si hay poco, al menos que me ... lo lleve yo. Y así entramos en una guerra fratricida en la que, cuando pare la música, la autonomía que no tenga silla se quedará sin contribuyentes que alimenten sus arcas. Porque parece que esto va de llenar los titulares de persecuciones al empresario y sus empresas. Pero luego, si conseguimos que vengan a tributar aquí, fenomenal.
En esto de la legislación de impuestos, como decía un artículo de un amigo de Deloitte Legal, parecemos hacer gala al género que inventó Valle-Inclán: el esperpento. Lo dijo a colación de la situación del impuesto de la plusvalía. Un impuesto que parece un rey: a impuesto muerto, impuesto puesto. Aunque sea por real decreto ley.
En este país, en este momento, en esta economía, necesitamos una tendencia clara. Una seguridad jurídica, para saber a qué atenernos y poder atraer negocio y talento de los de fuera. Hay consensos que, por su bien común, deberían estar por encima de la política. De otro modo, abocamos nuestra economía al suicidio. Y nadie mejor que Valle-Inclán habló del suicidio cuando su personaje Max Estrella invita a su amigo Latino a llevarlo a cabo diciéndole: «Latino, vil corredor de aventuras insulsas, llévame al Viaducto. Te invito a regenerarte con un vuelo». A lo que su amigo contesta lo que quizá nosotros deberíamos contestar al legislador, sea del lado que sea: «Oye, mira, no te pongas estupendo…».
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