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Si nos enteráramos de que Rafa Nadal pone los cuernos a su mujer, quizá nos sentiríamos defraudados. No porque Chris Hemsworth diga que él sí que merece ser un superhéroe, sino porque es ejemplo de lo bueno (y claro que los deportistas no tienen por ... qué ser un ejemplo). Por eso, cuando llamó al italiano Sonego a la red en la tercera ronda de Wimbledon nos quedamos estupefactos. Cualquier cosa chunga que pasara entre Tsitsipas y Kyrgios en la pista 1 nos la creíamos (un servicio por debajo de las piernas del australiano y un pelotazo al público del griego), pero que Nadal riñera al italiano como Juan Pablo II a Cardenal, no. Le dijo que el grito tras sus golpes era muy largo y molesto para Nadal en su golpe. Y lo lamentó. «Hay unos códigos, pero creo que me equivoqué al llamarlo a la red». Y aparte de lo que le dijo al final del partido, fue al vestuario a pedirle disculpas. Tan alto está Nadal que ni él se permite un desliz. En público.
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