Como cada año, cuando se acerca la entrega de los Premios Goya veo las películas españolas que de entrada me interesan y las que me recomiendan. Después, completaré la lista con las que se hayan votado para finalistas de las categorías principales y no había ... incluido en mi selección. En principio, he visto ya la mayoría que quería ver, aunque me queda pendiente, por ejemplo, 'El vientre del mar', de Agustí Villaronga.
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Entre lo visto, algunas inesperadas sorpresas y también decepciones. Entre las primeras, una película pequeña que irradia verdad: 'Érase una vez en Euskadi', de Manu Gómez, a la que empaña un poco el giro final de una de las subtramas, innecesariamente trágico; entre las segundas, 'Madres paralelas', la nueva de Pedro Almodóvar, en la que no me creí nada y no me interesó. Una extraña decepción, desde mi subjetividad, después de lo mucho que me gustó la anterior: 'Dolor y gloria'.
Me ha parecido una película estimable y diferente 'El sustituto', de Óscar Aibar, que sucede en Denia, en 1982, justo antes de la llegada del primer Gobierno socialista. Cuenta cómo vivía allí (se basa en hechos reales) una comunidad de viejos nazis alemanes protegida por policías corruptos. Pere Ponce, en su papel de policía acabado, merece el Goya de actor de reparto. Mientras que Antonio Dechent, habitual secundario, lo merece esta vez como actor protagonista por su gánster en el ocaso en 'Hombre muerto no sabe vivir', de Ezekiel Montes, malograda por un guion imposible.
'El buen patrón', de Fernando León de Aranoa, es un buen retrato de un empresario con un sentido fascista del paternalismo a quien da vida con maestría Javier Bardem. Gran actriz revelación Almudena Amor, de rostro hipnótico, a la que también se puede ver en 'La abuela', de Paco Plaza, muy bien dirigida, como siempre hace Paco, pero con un guion de Carlos Vermut poco comprensible.
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Y luego está 'Maixabel', de Icíar Bollaín, que auguro que se llevará los Goya más importantes porque es una obra maestra. Una dirección y un guion (de Isa Campo y Bollaín) en estado de gracia, al que sirven con unas interpretaciones prodigiosas Blanca Portillo, Luis Tosar y Urko Olazabal (estará disputado el Goya de actor de reparto). En 'Maixabel' todo está medido al milímetro y nada se va de las manos: es emocionante sin sentimentalismo, los diálogos son perfectos y la lectura ética es incontestable. Una película de honradez y claridad dignas de admiración, que no podrá ser tergiversada ni por los que agitan fantasmas del pasado con mala voluntad ni por los que intentan relatos desde la falsa amnesia y la mentira.
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