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Los futuros

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Nos sentimos catetos ante restos arqueológicos de una época que creíamos lejana

Sábado, 13 de noviembre 2021, 00:16

Vivimos en un mundo en el que las novedades e invenciones de todo tipo nos asedian y maravillan, a veces para bien, a veces para mal y a veces para nada en concreto. En su día, el fax, pongamos por caso, nos parecía cosa de ... magia, y nos sentíamos como el mago Merlín cuando metíamos un papel en la ranura y sabíamos que su réplica exacta estaba saliendo en ese mismo instante por otra ranura en cualquier parte del mundo. Era lo más cerca que hemos estado de la teletransportación, así sea a mero nivel de papeles. Aún no acabábamos de entender cómo podía llevarse a cabo aquel milagro cuando, de la noche a la mañana, el fax se nos quedó obsoleto y ascendimos un grado en la escala de la prestidigitación tecnológica con la universalización del correo electrónico, que nos parecía ya el non plus ultra de la comunicación instantánea, hasta que apareció WhatsApp y esa instantaneidad se acrecentó hasta el límite quizá de lo imprudente, ya que no solo nos obliga a confiar en nuestra sensatez a la hora de escribir tonterías o en nuestro sentido de la oportunidad a la hora de reenviar un meme, sino que también tiene la facultad prodigiosa de convertirnos en una especie de pelmazos virtuales.

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