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Es fácil sentirse víctima? Todos lo somos, de un modo u otro. Te empujan, te ignoran, ¿acaso eres feliz? Aquí cada pequeño grupo esgrime con ... fiereza su emperifollado ramillete de agravios. Todo el mundo es ya hiperconsciente de los agravios que ha padecido y de lo mucho que se pisotean sus derechos cada día. Y todos nos estamos poniendo muy exigentes en este terreno, como es lógico. No lo podemos evitar, claro. Y no hay nada peyorativo en la palabra exigentes, esa es la cuestión. Lo somos todos, aunque finjamos no pretenderlo. Aunque ni siquiera nos demos cuenta de nada. Incitados por un orgullo sin límites. Lo somos y punto. La exigencia está en la biología. En el gen. Estamos evolucionando hacia la exigencia. Para bien o para mal, pero a toda velocidad y sin posibilidad de cambiar el rumbo.
Esto de exigir uno sus derechos es muy reciente si echamos un vistazo amplio a la historia de la especie. Será un logro de la conciencia, sin duda. Porque somos básicamente políticos. Todo lo que hacemos es político. La política es, de hecho, la estilización de la biología. Es la conciencia compitiendo consigo misma: afilándose a base de dar vueltas sobre sí misma como un molinillo desatado. El victimismo que impera hoy, esta fanática expectativa de justicia, está educando a las nuevas generaciones: ahí está el tema. Ese es el viaje. Y esa conciencia es acumulativa. Es lo que tiene la conciencia: que, si ya lo has visto, no puedes dejar de verlo. La conciencia humana ya no podría retroceder en cuestión de derechos. Podrá haber crímenes por su causa. Muchos. Ya los vemos. Pero la conciencia de los derechos no retrocederá, viejo gnomo.
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