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Uno tiene que saber parar. Eso es básico. Ahora bien, saber parar no es fácil. Es un aprendizaje. Además, es un aprendizaje que uno debe adquirir solo. Es individual. Cuando te paran los otros, no te están enseñando a parar. Como mucho, te están ayudando. Pero saber parar es cosa tuya. Y es preciso hacerlo para no echar a perder tu alma demasiado pronto. No obstante, la velocidad es maravillosa, claro. Y la velocidad nos encanta, esa es la cuestión. Un inciso: en Finlandia, que está ahí al lado, un poco más arriba, las multas guardan proporción con la renta. Es un dato. Pero bueno, a lo que iba: le he pedido a la IA que me hable de la IA y me ha dicho que estamos cogiendo velocidad. Frase textual: los aspectos relacionados con la IA están adquiriendo cierta velocidad. Ahora mismo están pasando muchas cosas en el mundo. En el mundo siempre han pasado cosas, claro. Pero ahora más que nunca.
Somos más. Nuestras herramientas son más rápidas. Nuestros cerebros han sido acelerados. Como decía Ayuso, «hay que estimular el consumo». Esa es la ley. Así pues, forzosamente tenemos que vivir con ansiedad. Cosas que antes hacías hablando con otras personas, aunque tuvieras que esperar para que te atendieran, ahora las tienes que hacer accediendo a lugares virtuales a través del móvil y respondiendo cuestiones que te plantea un robot. Que puede que sea para bien, no digo que no. O puede que no quede otro remedio, yo ahí no me meto. Pero es más complicado todo. Mi madre, que tiene casi 90 años, Lutxo, dice que ahora nos complicamos mucho la vida. Pero es la vida la que se complica, ¿no?, le digo yo. Y dice Lutxo: ¿en qué quedamos?, ¿es la vida la que se complica o somos nosotros los que nos la complicamos? Y claro, esa es la cuestión.
Si la inteligencia artificial no se equivoca, estamos cogiendo velocidad; ya lo vemos. Organizar las sociedades va a ser cada vez más complicado. Tan urgente va a resultar la optimización de la cadena de suministros como el acceso de los ciudadanos a los servicios públicos de salud mental que, como es lógico, deberán seguir optimizándose cada vez más urgentemente, en función del ritmo en el que aumente la incidencia de las enfermedades mentales en los cerebros más jóvenes. Saber parar es básico, decía antes. Eso lo tiene que hacer cada uno cuando ve que lo tiene que hacer. Pero a la especie ¿quién la para? A la especie no hay quien la pare. En todas las épocas, las mentes más brillantes han apostado a lo mismo: coger más velocidad. Por algo será. Acabaremos estampándonos, de eso no hay duda. Pero bueno, la velocidad es fascinante, eso sí.
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