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Aveces acierto por error. Lo sé. Aunque lo normal es que me equivoque, claro. Todos nos equivocamos, Lutxo, me temo. No obstante, equivocarse es un placer si uno es pesimista, supongo que me entiendes, viejo gnomo. El truco está en vislumbrar siempre lo peor. No ... sé si me explico. Es una vieja estrategia, tan vieja como todo. Vislumbras lo peor, imaginas cómo podría afectarte a ti y, acto seguido, te dices al oído: 'Puede que logre soportarlo si soy fuerte y aguanto'. Los que padecemos el sesgo pesimista y escribimos columnas de prensa hacemos mucho bien a la opinión pública: sinceramente lo creo. Al equilibrio moral de la opinión pública, quiero decir. O al menos, así era hasta hace no mucho. Hasta hace no mucho, parecía que todo el mundo pensaba que esto era 'Hollybud' (ojo, de hecho, puede que aún no nos demos cuenta de que ya sabemos que no lo es) y los pesimistas, como siempre, tratábamos de enfriar un poco los ánimos en lugar de echar más leña al fuego. En plan aguafiestas, supongo. Los pesimistas siempre estamos ahí, de guardia. No podemos faltar. Se nos necesita y lo sabemos. Y lo asumimos. Aceptamos nuestra función social con la entereza que podemos.
Ahora bien, lo que está pasando ahora pinta mal. Porque ahora hay tanto pesimismo (a pesar de las terrazas llenas y toda esa fiesta falsa), hay tanta desesperación y tantas amenazas reales (incluida la deriva de la locura humana que lo eleva todo exponencialmente), hay tanta mierda de esa en el aire que respiramos cada día, que a mí lo que me sale ahora, por muy pesimista que uno sea, es intentar escribir algo que ayude a levantar los ánimos. Porque hace mucho tiempo que no veía yo los ánimos de la gente en general tan tirados como ahora. Como en este año, como en esta primavera.
Así que, con el permiso de todos, voy a argumentar en clave de optimismo elemental: La vida es maravillosa, eso lo primero. Y lo segundo: la tercera guerra mundial no solo no ha empezado todavía sino que es muy probable que no empiece en breve. Ya sabemos todos que cuanto más la retrasemos, mejor. Y yo confío mucho, Lutxo, en que ese axioma básico baste para ir retrasándola cada vez que alguien la invoque. No obstante, hay unos cuantos politólogos excitados que últimamente la invocan demasiado. Sobre todo algunos expertos en armamento y estrategias militares. Que los hay. Y no pocos. Y les gusta avisar. Y señalar indicios. Y citar frases siniestras de caudillos airados. No les crean. Los líderes mundiales no son estúpidos. Por algo los hemos puesto ahí: son listos y sabios. El mundo está en buenas manos. No hay nada que temer.
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