Burlarse un poco de la condición humana no está mal, Lutxo. Hay que hacerlo porque desfanatiza. Y eso es bueno. El núcleo de la comedia es siempre el mismo: el psicoanalista psicoanalizado, el sastre remendado, el taxidermista disecado; la paradoja, la parodia, lo que parece ... y no es, el enmascarado que para pasar inadvertido se desenmascara y sonríe, el poderoso estúpido, el listo que cae en su propia trampa, el otro lado del espejo, eso es la comedia: reírse de la farsa de la vida social.
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No de la vida, ojo, sino de la farsa social; son dos cosas distintas. Reírse de la vida es imposible. Reírse de la farsa de la vida social es lo mejor que puede hacerse a estas alturas, creo yo. A estas alturas en las que la vida social, también llamada eufemísticamente vida en sociedad, con sus mafias y masacres bañadas en oro, y con sus brutales deportes de élite e ídolos de masas en cantidades industriales, se ha convertido en la hipertrofia del espectáculo del consumo a gran escala. La sociedad humana como espectáculo basado en el autoconsumo. Eso es el mundo de hoy. El dominio de la farsa. La civilización de la farsa, Lutxo, diría yo, si me permites ponerme un poco enfático.
Pero bueno, estamos ahí, un día más, en la terraza del Torino, Lutxo y yo, contemplando, como digo, el efervescente fluir de los eventos, y dice él: pero el espectáculo debe continuar. Lo mismo que decía Freddie Mercury. Y ¿cómo lo dice? Pues riéndose solo, así es como lo dice. Lo malo es que tiene razón. No es que deba continuar, es que no puede parar. Esa es la cuestión. Por eso ahora aparecen fenómenos raros en la política del mundo. Los nuevos líderes recuerdan a los personajes del cómic clásico. Trump poniendo el perfil del Rey León mirando al horizonte. Netanyahu poniendo cara de 'Joker' y diciendo que su ejército se desvive para evitar más muertes. Milei poniendo cara de payaso de película de terror y diciendo con voz rugiente que la justicia social es una aberración.
Se puede decir cualquier cosa. Y eso es peligroso. Se puede defender cualquier atrocidad y no pasa nada. Cuando al fin murió Navalni, Putin dijo: «Es una pena, pero así es la vida». El cinismo y la falsedad están en nuestra naturaleza. Siempre han estado ahí. Siempre han formado parte de la intriga. Pero antes había un asidero a tierra que está desapareciendo. Ya todo es comedia. También las mafias, las guerras, la destrucción programada acaba convertida en espectáculo de consumo. En serie. Este año batiremos nuevos récords de turismo. Viva el turismo. Una humanidad de turistas felices en un planeta de hoteles de ensueño. ¿En serio?
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