Urgente Grandes retenciones en La Avanzada, el Txorierri y Malmasín por varios accidentes

Que sin violencia se puede hablar de todo, ya lo dijo el sabio Aznar en sus viejos buenos tiempos. ¿No te acuerdas, Lutxo? Ah, los buenos viejos tiempos. Lo que pasa es que todo pasa, claro. O, como dice ahora Feijóo, lo importante es que ... nos centremos en lo importante. Y punto. La política no es difícil si no te lías con las palabras. Claro que ¿quién no se lía? Todos nos liamos. A veces se te ocurren cosas que no puedes decir en público. Eso es normal. O que antes podías, pero ya no. Así que, si eres columnista, tienes que andar con cuidado. No se trata de libertad de expresión, no se trata de censura, se trata de no ser un estúpido y olfatear un poco la psicoesfera.

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Ahora bien, vivimos en los tiempos del nihilismo narcisista y lo sabemos. Y no digo que el nihilismo narcisista no tenga sus cosas buenas, ojo: no estoy insultando al viejo y entrañable nihilismo narcisista al que admiro y respeto casi tanto como merece. Pero estamos entrando claramente en una época en la que la autoridad y el autoritarismo recuperan el prestigio que suelen adquirir en los malos tiempos. Será todo para bien, quiero creer. Pero no lo consigo. Aunque me esfuerzo: en no ser demasiado pesimista, quiero decir. Pero me estoy dando cuenta de que ya lo es todo el mundo. ¿Sin violencia? El mundo es violencia y lo sabe. Pretender reducir su efecto es el imperativo de la historia de la razón humana, que por algo se habrá alzado lentamente desde las bacterias primigenias. La violencia es la canción de los retrógrados. Que la razón, no obstante, seguirá su camino inexorablemente, más que una fe, es un convencimiento. ¿Optimista o pesimista? Cualquiera sabe.

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