Secciones
Servicios
Destacamos
Edición
Aquién no le gusta saltarse alguna vez las normas? Al fin y al cabo, ¿qué son las normas? ¿Órdenes? ¿Instrucciones generales? Sean lo que sean, saltárselas alguna vez (sin que te pillen, claro), ¿quién no lo ha hecho? Es una tentación natural: todos lo hemos ... hecho alguna vez. Y efectivamente, sienta bien. Tu cerebro lo nota. Saltarse las normas sin que te vean es como conseguir engañar a todos: la sensación es buenísima, tu cerebro segrega rápidamente un neurotransmisor flipante. Y eso significa algo. No somos hormigas.
Cuando era un adolescente, las películas que más me fascinaban eran las que veía solo, a escondidas, un día de labor, faltando a clase sin que se enterara nadie, Lutxo. A espaldas del mundo, pero frente a la vida, viejo amigo. Aquellas películas que yo veía solo, a edad temprana, en cines de otro barrio, saltándome las clases de la tarde, me educaron, me hicieron como soy, supongo. En cierto modo. Porque eran películas que yo veía solo y, trataran de lo que trataran, trataban de mí. O eso me parecía. Trataban de la vida humana: lo que a mí más me interesaba.
Películas belicosas y violentas, no obstante, la mayoría de las veces, claro. O quizá todas ellas. Tal vez de la Segunda Guerra Mundial o del Oeste. Aunque también había muchas de romanos y de gangsters. En cualquier caso, siempre estaban matándose unos a otros: con flechas, con bombas, con pistolas, con fuego. Con lo que fuera. La mayor parte realistas y trágicas. Pero también las había cómicas, aunque no por ello dejaran de ser sangrientas y brutales.
Enseguida aprendías dos cosas. La primera: el escaso valor de las vidas humanas. Y la segunda: que es mejor respetar las normas. Esa fue la educación sentimental de los 'boomers', Lutxo: los que ahora tenemos entre 60 y 75 años. Y también aprendías una tercera cosa: que la especie humana es belicosa. Perdón por la rima. Las normas y la guerra fueron muy importantes para la generación de nuestros padres, la que nos educó a nosotros. Y hemos salido arrogantes. Está visto que lo de robar y matar lo llevamos en la sangre. Y me parece que de eso no nos vamos a librar nunca. Puede que sea un mecanismo de la especie, que percibe de algún modo que somos demasiados y nos pone belicosos a ver si empezamos a matarnos unos a otros como sabemos. Pero vamos, que da miedo.
Y ahora la cosa está que arde. Yo veo mucho nerviosismo. Por una parte, mucha cultura popular de sedación. Y por otra, las fuerzas oscuras erizándose. Aunque no me hagas caso: siempre me ha influenciado mucho el cine. En especial, el policíaco. Eso lo reconozco.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Noticias recomendadas
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.