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Este lunes, el veinte aniversario del 11-M era ineludible. Imposible no verlo. Imposible no hablar de ello. Así que se ha comentado y desaprobado mucho la actitud del Gobierno español de entonces: la mentira oficial respecto a la autoría del atentado. Pero en las ... tertulias de la radio nadie se detiene a reflexionar en el núcleo negro de la cuestión; o sea, el hecho de que un Gobierno entero (con un líder altivo, de acuerdo, pero al fin y al cabo un equipo de gente supuestamente inteligente, bien formada, bien informada y comprometida de un modo trascendental con la sociedad) adopta y sostiene, sin escuchar a nadie y con empecinamiento (en medio de una coyuntura de una envergadura moral inmensa y trágica en grado sumo), sostiene, digo, la desdichada decisión de mentir con descaro a todo un país. Y también al resto del mundo. Y a los profesionales que desde el minuto uno ya estaban analizándolo todo con lupa y veían la infamia. Y pese a todo lo hace, digo. Confiando en que la mentira podría favorecerle. Confiando en que aún podría proporcionarle un beneficio electoral y apostando por ello.

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