Que los muy ricos están deseando pagar más impuestos, dice Lucho. Qué iluso. Estamos ahí, un día más, en la terraza del Torino, y dice: Los ricos han dicho en Davos que quieren pagar más impuestos. ¡Será pavo! No obstante, ya estamos a 23 de ... enero: la vida sigue. Habrá guerras y masacres, habrá maldades mil, pero la vida siempre sigue y no hay que perder el optimismo. ¿Tú eres optimista o pesimista, Lucho?, le pregunto. Y me suelta: soy optimista, ya lo sabes, lo soy por exigencias del guion, no olvides que soy tu 'alter ego' divergente: el pesimista eres tú. Y tiene razón, una vez más, el viejo Lucho.
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Ahora bien, hay que cuidar cada vez más los pequeños detalles, eso es fundamental. Hay que poner atención. Hay que escuchar. Eso es básico. Me refiero a la voz de la naturaleza, claro. Hay que escucharla en silencio, le digo, porque muy a menudo la voz de la naturaleza habla con susurros. Mi padre era optimista. No obstante, de un modo algo melancólico. Mi pesimismo procede de él. Su optimismo era, sin más, un mecanismo de defensa generacional. Salía de una guerra. ¿Cómo no iba a ser optimista? Se suponía que las cosas tenían que mejorar. De hecho, no se suponía. No quedaba otro remedio: tenían que mejorar a la fuerza. Había que ser optimista a la fuerza. Por exigencias del guion, como Lucho.
Y de pronto, la televisión iluminó sus días. Una especie de extraño bienestar en el interior de las viviendas. La lavadora, el frigorífico. Yo fui el primero de mi familia (tanto de la paterna como de la materna) en ir a la universidad. Que es casi como decir: yo fui uno de los que nació con suerte. Y además llegó la calefacción central. El paraíso. No obstante, su optimismo, el optimismo de mi padre, digo, era humilde. Era un optimista humilde y desconfiado. No como los optimistas de ahora, que son optimistas ambiciosos y arrogantes. Nos estamos convirtiendo en una especie horrible. Antes no éramos así. Antes éramos mucho más austeros. Y puede que hayamos llegado hasta aquí gracias a aquella austeridad.
Lo que digo, Lucho, es que a veces pienso que esto no tiene remedio. El mecanismo de la especie, quiero decir. Siempre es el mismo. Y los jueces de todas las civilizaciones han sido conservadores por definición. No pueden no serlo. La movilidad casi líquida de Sánchez les molesta y les confunde. Normal. Es un político nuevo: tiene algo de robot. También estuvo en Davos. Davos no es nada. Es un escaparate. Es una feria. Un circo. Milei y Zelenski también fueron. Todo es un circo. A veces es un circo terrible y sangriento. Pero sigue siendo un circo. Aunque le cambien la lona.
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