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Solo y perdido, Lutxo, ¿quién no lo está? O sola y perdida, claro. Todas y todos lo estamos, en el fondo. Y no aceptarlo cabalmente puede traer problemas de índole diversa. No obstante, esa es la parte buena. Porque luego, por el otro lado, claro, ... están los convencionalismos, la familia, la tradición, los compromisos tribales, los agravios históricos y todo lo demás. Y todo eso, mezclado y bien aderezado, ya sabemos cómo es y cómo cae en el estómago, no hace falta decirlo. Pero sí, en el fondo, todos estamos perdidos. Ahora bien, unos más que otros. Y después, Feijóo, Lutxo, le digo, en la terraza del Torino, a eso de las doce. Y ya la tenemos montada otra vez con el tema de la judicatura y la justicia, por no hablar de la jurisprudencia. No hay manera de librarse del tema. Todo el mundo hablando de los jueces y Feijóo: ¡Más madera!
No sé, los tiempos están de mírame y no me toques. Yo ya no me atrevo a creerme nada, Lutxo. Cada día recibo dos o tres llamadas intentando estafarme. Todas parecen iguales, pero todas son distintas. Por eso no te queda otro remedio que sospechar. A mí no me gusta sospechar, nunca me ha gustado. De hecho, los suspicaces siempre me han parecido sospechosos. Pero es que, ahora, sospechoso es ya todo el mundo. No te puedes fiar. Tienes que aprender a sospechar. Estamos montando velozmente la sociedad de la sospecha, Lutxo, viejo gnomo, le digo. Y me suelta: Y ¿qué me dices de Aldama? Pues, no lo sé, hasta podría ser un androide, vete tú a saber, le digo. Ahora bien, incluso si lo fuera, estará solo y perdido, como lo estamos todos. Y me dice: Aunque unos más que otros, ¿no, Ferdy? Y le digo: Exactamente.
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