Lucho dice que está en crisis. Así que le contesto que yo también. Pero él insiste. Dice que, como hoy en día todo está en crisis y todo el mundo está en crisis, si no estás en crisis, te quedas obsoleto. Eso dice. No dice ... anticuado, dice: obsoleto. ¿Y quién lo dice, precisamente? Pues precisamente lo dice Lucho, el obsoleto. Así es la vida. Y a lomos de este brío avanza la Historia de la especie humana en este viejo y cansado planeta solar. Qué le vamos a hacer.
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Lucho quiere estar en crisis para no sentirse desplazado. Para sentirse integrado. En una sociedad en la que todo está crisis. Tal es el poder del grupo. No obstante, claro, qué remedio, a veces tienes que hacer lo que hacen todos. Aunque sea sin muchas ganas. O, tal vez, fingirlo bien. Si todos están en crisis, uno o una tiende a creer que lo mejor es estarlo. Aunque puede que aún sea mejor fingirlo.
Lo malo es que no suele ser necesario fingir mucho, ya que crisis hay tantas y son tan diversas que seguro que ahora mismo estás padeciendo unas cuantas. Sin saberlo, digo. Y no tiene por qué ser solo una. De hecho, nunca suele ser solo una. Lo normal es padecer varias crisis a la vez. Porque hay distintas clases de crisis. Y distintos niveles en cada clase. El hecho de que padezcas, por ejemplo, una crisis de identidad del tipo que sea (nacional, sexual, etcétera), no impide que a la vez estés sufriendo una crisis de carácter económico y otra de pareja. A las crisis, de hecho, les suele gustar amontonarse y hacer orgías.
En fin, pues eso: que existimos, cada uno, para dar nuestra mejor versión. Unos se cansan antes que otros, pero todos lo intentamos alguna vez. Cada cual a su estilo. Ahora bien, Lucho, yo me contento con mi crisis de siempre. Con la de toda la vida, le digo. Así que me mira y me dice: ¿Y qué crisis es esa? Y le digo: La de la edad, ¿cuál va a ser? La crisis de la edad. Cada edad tiene su 'crisis de la edad', eso lo entiendes, ¿no, viejo gnomo?, le digo, bromeando y con cariño.
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De modo que, por consiguiente, yo ahora estoy padeciendo la crisis de los 65: no sabes a qué lado colocar tu cabeza. Te preguntas: Intento seguir sintiéndome joven aún a riesgo de hacer el ridículo y romperme algo, o ya es hora de relajarse, cuidarse un poco y conocer los secretos de la jardinería. Y los placeres de la vida contemplativa. Que los tiene, supongo. Esa es la cuestión. Nuestra conciencia de las injusticias y desigualdades es cada vez mayor y se hace más acuciante. Sin embargo, nuestra capacidad de acción real es cada vez más reducida y tortuosa. Una perversa tesitura para los nuevos cerebros en crisis.
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