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«Parole, parole, parole…». Lutxo, ¿te acuerdas de aquella triste canción? Dalida y Alain Delon cantando a dúo, qué guapos eran. Ya los dos muertos, qué pena. Pero esa canción la cantaron también Mina y Adriano Celentano en plan gracioso, qué risa: Celentano fumando y ... gesticulando a la italiana. Esos todavía siguen vivos, creo. Qué tiempos. Pero sí, esa es la cuestión: palabras, palabras y palabras. Hay que ver la que hemos montado con las palabras. Convenio, concierto, acuerdo, qué más da. Pacto, negociación, ajuste, solidaridad, ¿qué demonios? ¿Es un convenio o es un concierto? Pues lo que tú quieras, Lutxo, no sé si me explico. O lo que quiera el juez, claro. Depende del juez. Porque ahora, Lutxo, los jueces mandan mucho. Perdón por la rima indeliberada. Pero ahora, digo, al parecer, un juez puede llegar a determinar que cada silencio tiene un significado. Es decir, que se podría intentar averiguar de algún modo el contenido de ese silencio, ¿no es maravilloso?
Estamos llegando a un mundo muy interesante, Lutxo, viejo gnomo. Esto va a toda pastilla, me temo. ¿Te imaginas que tu silencio pudiera ser interpretado por un experto en interpretar silencios y que lo que él dijera sirviera de prueba en un juicio, como si fuera un hecho fehaciente? No obstante, evolucionamos como podemos, no conforme a un itinerario ideal pensado de antemano, como aseguran creer algunos. Evolucionamos buscando el mejor camino en función de los obstáculos con que nos vamos topando en cada momento de la Historia, como quien sube una montaña por primera vez sin sendero alguno. Puede que en el futuro los jueces -o, al menos, una élite privilegiada tocada por la gracia- desarrollen la capacidad de leer el pensamiento ajeno y acaben desdeñando la importancia de las pruebas. Eso no podemos descartarlo, supongo.
Ahora bien, las palabras son un lío, claro. Y ser claro es difícil. Restarle irracionalidad al lenguaje ¿es difícil? Sí, siempre lo es. Pero hay que esforzarse, esa es la cuestión. ¿Se puede decir gratuitamente cualquier cosa? ¿Se puede decir, por ejemplo, que la guerra es la paz, que la libertad es la esclavitud o que la ignorancia es la fuerza, como se decía en '1984', la novela de Orwell? Espero que aún no. Las leyes se redactan con palabras, qué remedio. Y hay que hilar muy fino, porque luego esas palabras tienen que interpretarse por distintas personas. Sin el lenguaje no habríamos llegado hasta aquí, pero que se puede usar mal, como todo, eso ya lo sabemos, Lutxo, le digo. Y me suelta: hasta el silencio se puede usar mal. Y vuelve a tener razón, una vez más, el gárrulo esdrújulo.
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