Que el poder corrompe, o sea, que el poder altera tu alma y tuerce tu mente desviándola hacia una especie de megalomanía ególatra, Lutxo, viejo amigo, eso ya lo sabemos. El poder es una droga. Eso lo sabemos desde siempre. No es ningún misterio. Lo ... dijo Homero. Y también Horacio, supongo. Yo eso no lo discuto porque no se puede discutir. Es indiscutible y punto.
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Pero también está la cocaína, claro. No nos olvidemos de ella. Porque ojo con la cocaína. De la cocaína no se habla: es como si no existiera. Resulta hasta raro. Pero sí, es curioso: de las cuestiones elementales que realmente conforman nuestra realidad, se suele hablar más bien poco. Como si, de hecho, aceptáramos que es mejor obviarlas. Será por pudor. Al parecer, Lutxo, viejo gnomo, al igual que el negocio de las armas, el negocio de la cocaína es un tema tabú, le digo. Y me suelta: el tema será tabú, pero la cocaína está en todas partes. Y claro, eso era precisamente lo que yo le quería decir: que la cocaína está en todos los sitios. En todas las esferas, por decirlo así. Y dentro de cada esfera, en todos los estamentos. Sobre todo, en los estamentos superiores. Podría llegar a pensarse, sin demasiada osadía, que vivimos en una cultura diseñada y dirigida por gente que toma mucha cocaína. Sin embargo, eso no se puede decir. No suena bien, supongo. Es mejor no hablar mucho sobre el tema, de acuerdo.
Ahora bien, aquí alguien se está forrando. Creo yo. Bueno, me callo. No obstante, en el puerto de Amberes, el año pasado, llegaron a paralizar 116 toneladas. Solamente de cocaína. Y, al parecer, ni se notó. El año anterior incautaron otro tanto. Cien toneladas de cocaína de pérdidas anuales no debe de suponer mucho en comparación con lo que se mueve por ahí. Por la atmósfera. La cocaína es un negocio, Lutxo, le digo. Y me suelta: como la guerra.
Y sí, lo sé, siempre hemos vivido en la cultura de la guerra. La guerra es una vieja aliada de la especie humana. Y todo parece indicar que nunca nos libraremos de ella. Lo que pasa es que ahora vivimos también en la cultura de la cocaína, le digo. Ahora, cualquier dirigente con poder verdadero puede ser cocainómano y mantenerlo en secreto. ¿Te imaginas que obligáramos a nuestros representantes legales a pasar un control antidoping sorpresa cada cierto tiempo, como les ocurre a los tenistas?, le digo. Y me suelta: todos tenemos nuestras debilidades y las debilidades de los fuertes son más fuertes que las de los débiles. Eso me suelta.
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En fin, puede que Lutxo sea un producto de mi mente, pero no hay día que no logre sorprenderme. Por decirlo de algún modo.
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