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Quiero el pelazo níveo de Felipe González. Y sus niveles de melanina. Y su autoestima estratosférica, y su capacidad para gustarse muchísimo, que tiene pinta de haberse hecho selfis antes de que existieran. Pero, sobre todo, quiero la cabeza de Felipe González: según le contó ... a Pablo Motos, él siempre está en modo respuesta, que llegarle la información y encontrar la solución al problema planteado es todo uno. Acabáramos. Qué envidia. Y yo no sé ni qué ponerme esta noche para salir.
González fue a divertirse a 'El Hormiguero' y a hacer que muchos españoles tararearan «¡Ay, Felipe de mi alma!» al verlo. Porque, para la mayoría de los habitantes de este país zarzuelero, cualquier político pasado fue mejor. Incluso para el mismísimo expresidente: «Me siento huérfano de representación, pero no hablo solo del PSOE. Que en un discurso del Parlamento haya alguien a quien yo pueda aplaudir, aunque sea el de Teruel existe», dijo, y numerosos espectadores, hasta los que no le votaron, le daban la razón mientras se bebían una infusión drenante, que viene el verano y hay que ponerse a punto. Y que la memoria es selectiva, que también, y tiende a olvidar lo que hubo de malo en su mandato.
Coqueto, con aspecto de playboy medio retirado, se empeñó en demostrar que estaba en plena forma comparando sus andares juveniles con los de Joe Biden, al que lleva un año. González nunca defrauda a su público: lo mismo cuenta anécdotas con Thatcher que se pone en modo folclórica para pegarle un pescozón a Sánchez, como aquel que cuenta Valeria Vegas que le soltó Paquita Rico a la Jurado en pleno mosqueo: «Cuando tú no eras nada, yo era la reina Mercedes, ¿te enteras?». Pues eso. González es, ahora, la reina madre.
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