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Decía Woody Allen que el 90% del éxito está en insistir. Y recuerdo que Pablo Motos dijo que para triunfar, sencillamente, había que currar mucho más que los demás. Trabajar sin denuedo.
La verdad es que comparto estas premisas. Pero también puedo decir que no ... siempre son reales. Por dos razones. Primero, porque quizá deberíamos dejar de preguntar por el éxito a quienes han tenido éxito. Deberíamos dejar de imprimir camisetas o tazas con las frases de los que triunfaron. Porque creo que he visto a mucha gente aplicando esas recetas de pelear por sueños y darse de tortas con la realidad. Decía Alí que «imposible» es una palabra inventada por hombres pequeños. Pues no lo creo. Hay que convivir con la idea de que no todo es posible. Yo he tenido muchos sueños. He peleado por todos. Han salido solo algunos. Y no me quejo; al revés, soy un afortunado.
Y segundo, y más importante, hay que redefinir qué es triunfar. Porque si pensamos que hacerlo es tener éxito de algún modo terrenal, haremos creer a la gente (a base de camisetas y tazas) que es ahí donde tienen que poner su felicidad. Esto lo estoy diciendo yo, que solo me sé la teoría. Si me hicieran el examen práctico de este mensaje, no suspendería: me echarían del colegio.
No quiero decir que no haya que pelear a muerte por los sueños. Solo digo que el triunfo ha de ser repensado y que quizá no esté en sueños cumplidos sino solo en la pelea por los mismos. Aunque no se cumplan. Como me dijo un amigo una vez, (porque sabía que tenía que darme esa lección): «Entérate de una vez: lo más importante del Camino de Santiago no es Santiago. Es el camino».
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