Estafa, qué bonito nombre tienes, podría cantar María Jiménez. Disfrutamos el escarnio público de Medina y Luceño, un señorito y un paleto. Lo suyo no es necesariamente una estafa. Y en todo caso lo sería del paleto al señorito. Pero se han ganado el 'Shame, ... shame, shame' (vergüenza). No la bonita canción de Shirley & Company, sino el paseo (en este caso mediático) de Cersey Lannister en 'Juego de tronos'. Estafa son demasiadas cosas que damos por normales y no encajan en tipos del Código Penal. De vez en cuando aparece en los periódicos un «estafador del amor». Anda, el amor ya es una estafa. Me refiero al charlatanismo de ciertas profesiones (hay charlatanes en todas, en la medicina, en el periodismo, en la política, en la banca, en el Vaticano). Pero me rindo a las agencias de comunicación, a los de marketing. A vendedores de humo fichados por más de 100.000 al año. Pero qué bien que exista el sector servicios de la nada. Otra salida.

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