Cuando la ministra Reyes Maroto dijo que «la isla (de La Palma) se convierte en un reclamo para quien quiera ver este espectáculo maravilloso de la naturaleza» supimos que se iba a armar una buena. Una buena refriega, un buen ataque con fuego cruzado. ¿Acaso ... la ministra deseaba que se hablase de ella aunque fuese mal? Las campañas de desprestigio a las que tus oponentes se entregan con sospechoso y exagerado celo ¿pueden convertirse en publicidad favorable? La han atacado con un aprovechamiento de la ocasión tan contundente y mecánico que me ha dado por pensar si sus declaraciones serán proporcionalmente nefandas y deleznables. Y bien vistas, así más de cerca y a la luz de los ataques, ¿no responden a ese espíritu del tiempo que consiste en buscarle a lo malo el lado bueno, de aprovechar las desgracias para crecer, de hallar el beneficio en el maleficio y la vida en la muerte? Bien pensado, sus palabras podrían haber salido de la boca de un ministro del PP, de un gurú del pensamiento positivo, de un vendedor de experiencias. Una cosa es que se hubieran callado o no la boca mientras las bocas de volcán hubiesen estado activas, pero sin duda habrían pensado en el turismo de volcanes y en cobrar entrada por el sobrecogedor espectáculo de la naturaleza.

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'El espectáculo de la naturaleza' es una obra escrita por el abad Pluche en el siglo XVIII que fue traducida al castellano y editada en Madrid en la imprenta de Andrés de Soto. «Todos vemos la exterioridad y apariencia de la naturaleza», dice el autor. «El espectáculo es para nosotros; ciñéndonos a ella descubrimos (...) por todas partes lo hermoso, lo útil y lo verdadero». Según el Diccionario de la Lengua, espectáculo es una «función o diversión pública», pero también una «cosa que se ofrece a la vista o a la contemplación intelectual y es capaz de atraer la atención y mover el ánimo, infundiéndole deleite, asombro, dolor u otros afectos más o menos vivos o nobles». Las dos acepciones se confunden cuando los medios de comunicación hacen espectáculo del espectáculo.

La naturaleza es la más hermosa mercancía que el ser humano aprecia y desprecia con afán doble y perverso, y el espectáculo de Cumbre Vieja produce asombro, dolor, deleite y otros afectos más o menos vivos o nobles. Desde la azotea de su casa en la carretera entre Tajuya y El Paraíso, María Rosa y Florián asisten a la función en primera fila. Saben que la naturaleza es hermosa y terrible y que ha dejado a sus vecinos sin casa. Si no fuera por eso, dirían que asisten a «un espectáculo fascinante». Mientras la lava camine hacia otro lado, seguirán viéndola alejarse por el camino de la fatalidad. Por si acaso, tienen la maleta preparada. Los dioses son caprichosos.

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