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La fulminante muerte del jesuita, historiador, maestro y escritor Fernando García de Cortázar nos deja a sus amigos en 'shock' y un vacío irremplazable en la tarea de reconstrucción de la fidedigna historia de la nación española. Le sorprendió la muerte en pleno vigor creativo, ... luchando con la pasión literaria del escritor y el rigor histórico del catedrático por desmontar las leyendas negras exteriores, y las propias, construidas a la carta de ideologías nihilistas o nacionalismos milenaristas. En una de sus última obras, 'Y cuando digo España', reunió su pasión crítica por resaltar los pasajes más memorables del pasado nacional, sus grandes personajes de la milicia, del arte y del pensamiento, y también por desintoxicar a la opinión pública de los mitos que han tratado de desacreditar y estigmatizar nuestra historia.
Lo hizo sin condescendencia ante las luces y las sombras de nuestro pasado, pero poniendo en valor la España integradora, generosa y diversa. Paradójicamente, este gran bilbaíno, hombre de fe y de mundo, estimado y respetado por su compromiso moral, político y católico, fue perseguido por el terrorismo abertzale y menospreciado por el nacionalismo vasco gobernante. En general por esos colectivos políticos, educativos y mediáticos que en el País Vasco a España la llaman 'el Estado'. La voluntad historiográfica de Cortázar de reivindicar la construcción de la nación más antigua de Europa, de sus gestas militares y exploradoras, de sus titanes de la pintura y las letras choca, precisamente, con quienes tratan de borrar equivocadamente esa historia grande para reivindicar sus adolescentes identidades, inseparables del conjunto.
Si alguien ha librado un pulso intelectual y riguroso con los fanáticos de reducir España a 'el Estado' ha sido él. Probablemente solo habrá conseguido, con su extensa y aclamada obra histórica, adornada por una prosa de talento indiscutible, mostrar el camino de la lucidez sobre nuestro pasado a sus millones de lectores. Porque los irreductibles del nacionalismo provinciano o la izquierda palurda siguen empeñados en su batallita contra la España real y desde que se despiertan hasta que se acuestan no se apean del Estado español.
A la selección la siguen llamando 'la Roja' y al país, 'la península'. Decir España en las instituciones dominadas por el nacionalismo excluyente te puede marcar de por vida con el peor insulto que se aplica en ese mundo: españolista. Si alguien elevó la palabra 'españolista' a nivel de rigor científico e investigador fue Cortázar. Si alguien se dedicó a agitar la modorra histórica frente a la manipulación nacionalista fue un orgulloso, honorable e inolvidable Fernando García de Cortázar.
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