Si cree usted que en 1.650 caracteres (espacios incluidos, puede contarlos) le voy a explicar cómo escribir un libro de quinientas páginas, atribuye demasiado mérito a esta columna. Ojalá pudiera ser viable, pero, sea como fuere, no es posible hacerlo en tan pocas líneas. ... Esto es solo un mero acercamiento que quizá venga seguido de otros que traten del mismo tema; ya veremos, ustedes mandan.

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Lo primero que hay que decir es que nadie escribe por dinero (no merece la pena, de verdad). Nadie escribe por fama (los escritores no tienen cara, no son actores o cantantes). Diría más, no se debería escribir ni siquiera porque se tenga algo que contar. A veces sí, pero no debería ser el 'leit motiv'. Se escribe, sobre todo, porque se 'necesita' escribir.

Muchas veces me dicen (¿reprochan?) en mi familia que por qué sigo escribiendo, con tanto lío de trabajo y de niños. Que por qué no lo dejo para cuando me jubile. En el párrafo anterior está la respuesta: por necesidad. Sé que no lo comprenderán porque es algo incomprensible. Es, sencillamente, así. De hecho, no es extraño que la raíz latina de 'hablar' (loqui) no solo marque palabras castellanas como locuaz, locutor, grandilocuente, sino que también estigmatiza la palabra 'locura', compartiendo su raíz. Con esto quiero decir que hay un punto de locura, de tormenta interior, de visión extraña que hay que tener para escribir. Así, hoy solo tratamos del porqué. Por qué puede uno llegar a decidir escribir una historia. Y la respuesta solo es una: porque siente dentro la locura de necesitarlo. Si es así, plántese ante un folio en blanco y ya nos contará.

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