Secciones
Servicios
Destacamos
Edición
Hace años que el electorado francés jugaba a que venía el lobo a comerse la 'République, no parecía un juego peligroso, era más un coqueteo estadístico de quien se sabe seguro de que no le darán un mordisco. Afortunadamente para ellos tienen la oportunidad de ... reconducir el voto en la segunda vuelta y tranquilizarse diciendo que aquí paz y despues gloria. Lo que sucede es que en cada uno de estos movimientos estratégicos el aullido se escucha más cerca y, esta vez, casi lo hemos sentido desde esta vecindad en la que el juego político se vuelve a veces un caprichoso espejo.
Nunca ha resultado gratificante vencer en la contienda aireando la bandera del miedo, manejando esa arma silenciosa tan impúdica y desigual. Pero los políticos, prácticamente todos lo hacen, amedrentan con las siete plagas que vienen por la izquierda o la derecha sin darse cuenta de que juegan con fuego. Las maneras de los partidos extremos suelen ser zafias, rudas y descarnadas, pero en el interior de esas formaciones hay algo inaprensible que pone los pelos de punta; su falta de reflexión y su desafiante rigidez. Ganan adeptos, no porque ofrezcan la posibilidad de un mundo mejor sino porque los demás lo han hecho tan mal como para dejarles un camino hacia el poder con cordón sanitario o sin él.
Los ejemplos a lo largo de la historia están ahí, arrastrando los recuerdos de quienes los padecieron, dejando en el camino una vergüenza pegajosa. Nada está garantizado, menos en esta Europa que muestra con su olvido extrañas maneras de comportarse. Francia significa mucho, demasiado para algunos de nosotros. Francia, nos guste o no, proyecta hoy una sombra incierta.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Noticias recomendadas
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.