Policías, guardias civiles y militares fundamentalmente han experimentado una curiosa transmutación mientras leían la 'Ley Trans' de la insigne, y afortunadamente fuera de la política, exministra Irene Montero. Los solicitantes de cambio de sexo son sobre todo varones, pertenecientes a cuerpos de seguridad del Estado ... y mayormente con barba, mucho músculo y de esos a los que se les caen de los bolsillos quintales de testosterona. Ellos, para pasar a ser ellas, tan solo tienen que rellenar un formulario sin cambiar ni un ápice sus vidas o los vínculos con sus esposas e hijos. Si por azar el juez que tramite su solicitud les acusa de fraude de ley, tendrá un serio problema para demostrar que el maromo no se siente mujer como confiesa.

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Para apoyar esta repentina conversión se ha creado la primera Asociación de Trans No Normativos, que ya está registrada en el Ministerio del Interior. Tuve el honor de escuchar a su vicepresidenta, Daniel Gallardo, que, por supuesto se sentía mujer, aunque empleaba el género masculino para referirse a sí misma y contó que había cerca de 200 afiliadas dispuestas a luchar contra el patriarcado.

Mucho antes de que la 'Ley Trans' se aprobara, las feministas ya advirtieron de que la puerta al fraude estaba abierta. A los recién llegados al feminismo se les debe dejar pasar a los vestuarios de las niñas, a los deportes de mujeres y a que utilicen habitaciones privadas para no molestar a los hombres ni incomodar a las mujeres. No tengo sitio para más sutileza, y lo único que puedo añadir es un refrán que decía mi tía; «No era nada lo del ojo y lo llevaba en la mano».

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