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Me ha costado sangre sudor y lagrimas mirar para otro lado sin participar en la 'party' que se han montado los políticos para la nueva legislatura. Me habían enganchado a su cinismo, a sus relaciones de patio de colegio, 'bullying' incluido. He decidido que hablaré ... de ellos, únicamente, con taxistas y con mi peluquera, que son gente que han encontrado un equilibrio lingüístico carente de agresiones. Mi nivel de mala leche ha bajado tanto como mis pulsaciones, así que en este estado me encaminé hacia el viejo y olvidado nirvana hasta que empezaron a darme la tabarra con el 'Black Friday'.
La intuición advierte casi siempre de los terrenos pantanosos, así que hasta este año me había hecho la sueca del evento cibernético. Pero el acoso ha sido de tal magnitud que confieso que, sin saber de qué manera, me pillaron con la desconfianza hecha trizas y acabé comprando un lote de artefactos para mi cocina que ofertaban imprescindibles y resultaron totalmente inútiles. Veinticuatro horas después, estaba concentrada leyendo la letra pequeña, cerca de la luz de la ventana, para averiguar la manera de devolverlos, cuando una nueva oleada de supuestos anhelos comerciales cayó sobre mí. Ahora era el 'Cyber Monday' que, como pude comprobar más tarde, había sido inventado para bloquear los deseos de devolver lo que habías comprado el viernes en un rapto de adicción a la multioferta.
Agotada y convencida de que la trampa era perfecta, no fui a Correos a devolver mi pedido. Las marcas comerciales sabían antes que yo cómo iba a proceder, así que, obediente, me quedé con mi kit multifuncional; una serie de piezas plásticas ensamblables que lo mismo levantaba una clara de huevo como si fueran las mismísimas cumbres del Kilimanjaro que te cortaba una patata con forma de árbol de navidad.
Tras el doloroso ejercicio de consciencia y después de aceptar que soy medio boba, amanecí escuchando que en ciertas ciudades iba a darse paso al encendido navideño y que los alcaldes se la medían -la iluminación- para ver quién la tenía más larga. Yo me reía cuando alguien decía que será la estupidez la que nos lleve a la extinción, pero ya no me río. No sé de dónde saca esta sociedad para tanto como destaca. Pero el ruido entra por todo aquello que nos pone en contacto con la vida, véase el móvil, la televisión, la tableta, la publicidad que encabeza el primer capítulo de una serie… Hemos perdido el derecho a la rebelión y el puñetero 'Black Friday' o el 'Cyber Monday' se han quedado con la paga extra y con la energía que vamos a necesitar para este impío diciembre que empieza con un puente tuneado de acueducto.
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