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En 2016 le dieron el Nobel de Literatura a Bob Dylan. Recuerdo que me agarré uno de esos mosqueos que aún persiste en mi memoria. ... No es que no me gustara el monótono cantante, ni que le negara el mérito de su trabajo como compositor en el mundo de la música, pero de ahí a concederle semejante galardón…
Sin embargo, desde que supe que por fin se le concedía el premio Príncipe de Asturias de las Artes a Joan Manuel Serrat se me ha puesto una sonrisa de la que no puedo desprenderme. Francamente no entendía que no le hubieran dado este reconocimiento cuando poseía la Legión de Honor francesa y otros premios de países que quizás ni comprendían bien su forma de pasear por la historia de una España que muere y otra que bosteza.
A Serrat hace tiempo que le juré amor eterno. Le debo mucho, no solo que hablara de amor como lo hacen los hombres sabios, sino que pusiera en mi mesilla un libro de poemas de Antonio Machado, de Miguel Hernández, León Felipe, Joan Vergés, Luis Cernuda y un largo etcétera. Aprendí a elegir los vocablos con cuidado e intención como él lo hacía y a no apartarme demasiado de esa línea de verdad que sostiene la vida de algunos de nosotros.
Amé su manera de amar todo lo que nos une a Latinoamérica y su forma de reivindicar la belleza de una canción en cualquier idioma. El Mediterráneo, aquel mar azul de nuestra juventud, que traía mensajes en botellas, era suyo hasta que se convirtió en un sarcófago de sueños. Fueron suyos los pueblos blancos colgados de barrancos por los que no pasó la guerra y los niños que jodían con la pelota. Hizo suya a Penélope, a Lucía, al 'Drapaire' y a los que tenían «vint anys».
La cronología de la historia de los que hace tiempo tuvimos 20 años es la mismita que él cuenta en sus canciones, vigente ahora como si hubiese tenido una bola de cristal en su alma, cuando cantaba con su gracejo: «Resulta bochornoso verlos fanfarronear a ver quién es el que la tiene más grande. Se arman hasta los dientes en el nombre de la paz, juegan con cosas que no tienen repuesto y la culpa es del otro si algo les sale mal. Entre esos tipos y yo hay algo personal».
Ahora ya no pisa los escenarios, se dedica a la vida y de vez en cuando compone, porque se le va la mano a los trastes de su guitarra; pero hoy, en el teatro Campoamor de Oviedo, pisará el escenario para sin duda entregarnos un discurso de agradecimiento que será uno de sus buenos poemas. Me late el corazón esperándolo.
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