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Giuseppe de Lampedusa, un escritor siciliano, decía hablando del mar que sus dones daban la muerte y la inmortalidad a los que se servían de él. Hablaba de su mar azul, el mismo en el que acaban los miles de emigrantes que no zozobran en ... las pateras que surcan el Mediterráneo, esa fosa común donde reposan los restos de aquellos que intentaron acceder a una vida digna.
El escritor descendía de una familia poderosa venida a menos, una de esas tribus que expulsan a sus hijos para que conquisten una tierra sin guerra y muerte. Pero Giuseppe, príncipe de Lampedusa y duque de Palma di Mentechiaro, tuvo que servir durante la Primera Guerra Mundial y fue capturado en Hungría, ese país que hoy está gobernado por un hombre que no quiere intrusos. Por eso escapó de allí y fue a pie hasta su país, donde llegó aparentemente vivo aunque sufriera agotadores ataques de pánico, similares al que tuvieron los primeros inmigrantes seleccionados que hace un par de días llegaron a Albania en un buque de guerra italiano y a los que la Justicia eximió ayer de vivir hasta sabe Dios cuándo en ese campo de concentración que Italia ha construido más allá de sus fronteras para vergüenza de aquella Europa y de esta.
Pero volvamos a nuestro escritor. Giuseppe se vio obligado a combatir también en la Segunda Guerra Mundial porque era italiano y Mussolini y sus camisas negras (que primero eran neutrales) se unieron a Hitler cuando su sombra caía ya sobre gran parte de Europa. Afortunadamente, pudo licenciarse porque su padre murió y porque los príncipes, aun sin corona, tienen amigos hasta en el infierno.
Una vez restablecido el resuello, recogió la herencia de su progenitor y se dedicó a escribir su única novela, 'El gatopardo', que fue rechazada en numerosas ocasiones, lo que le produjo una gran amargura y un cáncer que le llevó a la muerte. Giuseppe de Lampedusa no vio el éxito que alcanzó su novela después de que obtuviera el Premio Strega, algo así como el Planeta italiano, ni el fervor de los innumerables lectores cuando Luchino Visconti la llevó al cine.
Gatopardo es una palabra que no describe precisamente a un felino. El 'gatopardismo' es la filosofía de quienes piensan que es preciso que algo cambie para que todo siga igual. Crear campos de concentración para los inmigrantes non gratos no hará que dejen de intentar escapar de la guerra y la pobreza, ni los buenos europeos dormirán mejor porque les hemos ofrecido una cama más allá de nuestro jardín.
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