Los gallos y gallitos

Al parecer, el gallo combatiente español está incluido en el catálogo oficial de razas de ganado en España como raza autóctona, con lo cual lo tiene chungo para librarse totalmente de su maltrato. En las peleas, estos animales son introducidos en una especie de ring con forma de galleta donde solo uno resultará vencedor. Con frecuencia, para que no tengan hemorragias, se les realizan mutilaciones previas, se les afilan los espolones o se les pincha el pico. No voy a seguir para no desbaratarles el cuerpo, pero lo curioso es que no se habla demasiado de ellos.

La semana pasada la Guardia Civil desmanteló las instalaciones donde se iba a celebrar una pelea de gallos. Ellos, los pobres, aguardaban el evento en una finca agrícola junto a una especie de tentadero que parecía una ruleta de casino y donde 200 butacas esperaban a ser ocupadas. Pasmados se quedaron los guardias cuando descubrieron que las instalaciones no tenían nada que delatara una cierta eventualidad y que incluso había gran cantidad de cámaras de vigilancia. El lugar estaba oculto tras una doble puerta de un establecimiento hostelero frecuentado por los magnates de las apuestas.

Lo que me pone los pelos de punta es que la famosa ley de maltrato animal tiene unas excepcionalidades que no hay manera de entender. «Las peleas de gallos (están prohibidas) salvo aquellas de selección de cría para la mejora de la raza y su exportación realizadas en criaderos y locales debidamente autorizados con la sola y única asistencia de sus socios». Como lo exige el oficio, me he leído la ley, y como consecuencia he tomado un paracetamol para el dolor de cabeza que da la lectura de los documentos públicos y he llegado a la conclusión de que para este viaje no se necesitaban alforjas.