Andar desorientada por el mes de diciembre es algo inevitable, las jornadas de ocio, puentes, loterías, fiestas navideñas y día de los inocentes nos convierten en seres dóciles, propicios a consumos y engaños. Perdida la calidez de la rutina somos almas errantes en la desconfianza ... de tanta zalamería y, quizás por eso, cuando escuché que los cables de conexión para recargar la ingente cantidad de aparatos digitales que usamos iban a cambiar a un mismo tipo de enchufe creí que era el día de los inocentes.

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No tengo la menor idea de lo que ha podido suceder para que las distintas tecnológicas se hayan puesto de acuerdo en que no sigamos recopilando cables por la vida. Hace un tiempo alguien, que había estado alojado en un hotel cercano, me pidió que fuera para comprobar si podía recuperar el cargador de su móvil que había olvidado enchufado en su habitación. Allí me fui y con mucha amabilidad la gobernanta del hotel me condujo a objetos perdidos, para que yo misma identificara el cable de marras del que llevaba apuntados los datos. Quedé fascinada. Había una habitación con las cuatro paredes llenas de estanterías; una de ellas reservada a cables. Bucear en aquella maraña de enchufes distintos, cables con terminaciones en punta, en estrella, de diferentes milímetros y formas me hizo pensar en aquella locura tan poco eficiente y ecológica que por lo visto está a punto de terminar. Ahora, me pregunto quién será el fabricante de los cientos de millones de adaptadores que necesitaremos hasta que dejemos de usar los recién adquiridos aparatos digitales… El ser humano es un sabio indiscutible cuando crea necesidades que repone unos años despues.

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