Camina el último mes del año con frío y con el deseo esperanzador de que nos toque la lotería. Camina este diciembre con la osadía de que una conocida plataforma digital ofrezca, en una serie de ocho capítulos, la novela del 'boom latinoamericano' del Nobel ... Gabriel García Márquez 'Cien años de soledad', y que lo haga sin un asomo de pudor y con ínfulas de replicar el éxito de una novela única. Hace ya muchos inviernos pensé en cómo iba a traducirse a otros idiomas sin aplastar una riqueza del lenguaje, capaz de levantar en nuestro cerebro imágenes de un pueblo, Macondo, en el que llovió cuatro años, once meses y dos días. La voz de los Buendía, una familia que habla en el lenguaje universal de un realismo mágico, ha sido traducida a cerca de cincuenta idiomas. Los traductores, armados del poderío de sus lenguas, contaron una historia que se levanta en algunos párrafos, duerme, ama, chochea y construye sin perder su ritmo, una historia que despertó la imaginación allá en la ciudad de Buenos Aires en 1967 cuando vio la luz por primera vez.

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Pero tal como hubo un antes, hay un después; y, como leer es un gozo intimo que levanta la tentación de hacerlo público, Netflix ha concebido esta serie donde traduce la magia del texto a una liquidez insufrible y superficial en la que la narración oral se convierte en una voz en off sin convicción. 'Cien años de soledad' es intraducible, pero la imagen a veces se comporta con prepotencia. Si llego a tiempo quedan advertidos: no la vean. Es mejor que acudan a una biblioteca, acaricien los lomos de ese tesoro y busquen cobijo en un texto mágico que abrió las puertas a la libertad de expresión literaria.

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