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No hay un encuentro político ni congreso social en los que no se nombre el avance de la ultraderecha antes de revisar el estado de cuentas de su propia realidad. Los líderes de izquierdas crispan sus rostros y pronuncian las palabras paladeándolas, haciendo majestuosas pausas, ... manejando el tono de voz como si fueran creando un holograma en 3D del monstruo que se avecina. Utilizan una retórica aprendida, manoseada y carente de verdadero contenido, en la que no hay rastro de esa autocrítica que algunos anhelamos. El poder les nubla la vista, el olfato, el oído, hasta el punto de negar que están regando el jardín del monstruo que tanto se teme.

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