Yo instalaría un buzón en mi calle para depositar las cartas a los Reyes Magos, un privilegio con el que cuentan los niños que ya no escriben y añoramos los adultos que amamos la escritura. Lo dejaría durante todo el año, como un gigante abandonado ... que guarda secretos inconfesables y en la madrugada, bajaría en pijama a robar la fuerza que contiene la correspondencia.

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Decía mi admirado Manuel Vicent en una de sus columnas que lo mejor que uno puede desear para el año nuevo son felices sobresaltos, sueños imposibles y deseos inconfesables. No puedo estar más de acuerdo, pues si uno se abona a la monotonía corre el riesgo de morir de inanición y dormir a sus lectores. Los periodistas tenemos un año fértil y podemos mirar desde arriba o desde abajo, desde dentro o desde fuera, esta actualidad vertiginosa a la que estamos sometidos para poder contarla. Si echamos un ojo al calendario vemos que viene cargado de citas judiciales, que el tiempo burocrático ha ido aplazando. Además de Koldo, Aldama y la familia de nuestro presidente, veremos a Rubiales sentado en el banquillo, para entender cómo ha evolucionado este individuo después de que fuera despojado de su poder. Probablemente haya que interpretar la humildad con la que comparecerá él y también Errejón, que, ya sin su carpetilla, deberá enfrentarse a esas oscuras pasiones que se llevan tan mal con las leyes que abrigan el consentimiento. Servidora seguirá jugándose el respeto en un adjetivo y contando desde el balcón de la memoria el antes y el ahora de este nuevo año, porque hace muchos años le pedí a Baltasar que no me dejara olvidar el valor de las palabras.

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