Qué bien la rutina. No podemos vivir en un estado permanente de 'momentazos'. Porque podemos malacostumbrarnos y llegar a menospreciar todo momento vital que no sea fotografiable.

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Algo hemos perdido en cuanto a los antiguos carretes de 24 fotos. Hoy, con las fotos digitales, no ... hay límites. Antes elegíamos los 24 mejores momentos del verano para retratarlos. Ahora solo tenemos que seleccionar la mejor versión de todos los momentos, sean buenos o tan solo decentes. Y es que es mucho más instructivo aprender a elegir que tan solo seleccionar.

Supongo que hemos de reaprender a vivir los momentos, más que a querer capturarlos. Cuando visitas un sitio especial (sitio foto), todos los turistas hacemos el mismo gesto al descubrir la escena. Emulando el movimiento que llevó a John Wayne a ser el más rápido del Oeste, todos llevamos la mano inmediatamente hacia la cartuchera para sacar el móvil. No damos tregua a la mera contemplación.

Recuerdo una vez que fui a ver al Papa Juan Pablo II. Iba a pasar a un metro de mí. Y me subí encima de siete personas para buscar 'la foto'. No sé si la obtuve. Solo sé que cuando 'me bajé de la gente', una anciana -experiencia con patas- me miró con ternura y me dijo: «¿Te das cuenta de que él ha pasado delante de ti y no lo has mirado?». Joder, pues ahora que lo dice… Enseñanza para el zurrón, mil gracias.

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Un día, nuestras retinas se nos quejarán, exigiendo poder ver el mundo directamente: sin pantallas interpuestas. Pedirán que sea en ellas donde se grabe cada momento especial, y no en la nube. Si eso ocurre y les hacemos caso, quizá lleguemos a almacenar experiencias en lugar de imágenes.

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