Despecho

Los buenos sentimientos no suelen generar obras literarias de renombre, pero las llamadas bajas pasiones han sembrado la literatura y la vida de perlas peregrinas como la que lleva Corina. La ira, la ambición, el resentimiento o decepción y el despecho, o mejor diría el resentimiento y el despecho, son motores capaces de extraer el veneno que generamos cuando alguien rompe nuestra confianza. Borges decía que el olvido era la única venganza existente y el refrán que no hay mayor desprecio que no hacer aprecio, pero las páginas negras de sucesos están llenas de crímenes elaborados bajo el despecho.

Durante un tiempo empezó a difundirse la idea de que los sentimientos no debían deslizarse en la elaboración de noticias, de informes, de protocolos, ni aplicarse cuando se trataba de escalar la carrera social. A las mujeres se nos aconsejaba que no lloráramos si nos sentíamos frustradas o humilladas en el trabajo, que nos mantuviéramos dignas y que la vida castigaba sin palo y sin mano. Cada vez que escuchaba ese refrán me salían sapos y culebras impulsados desde ese íntimo lugar donde uno siente la injusticia o el despecho.

Las emociones están ahí, trepando como enredaderas por los muros de la vida y conduciéndola, aunque nos pese. El voto en las urnas también suele ser por despecho o resentimiento y no hablemos de las campañas, de las noticias que aunque no tengan contenido poseen alas. Los bulos y la defenestración de alguien están a la orden del día en las redes sociales, así que aviso a navegantes: los sentimientos son armas letales para quien se siente traicionado y cualquier medio sirve para resarcirse del daño; si es ético o no, lo dejaremos para cuando venga la calma.