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La cocaína es la reina secreta de las fiestas. Claro que el suyo es un secreto a voces. Está prohibida, así que se esconde, pero basta con pasar un paño reactivo aquí y allá y sale a la luz. Es lo que tienen las prohibiciones: ... se espera que actúen como la magia, obrando como por ensalmo, pero los hábitos prohibidos siguen alimentándose desde las raíces.
Leíamos ayer en este periódico que alguien ha pasado, no uno, sino varios paños reactivos por los lavabos del Parlamento británico y, ¡oh sorpresa!, en todos menos en uno se había consumido la droga. Desde entonces no dejo de imaginarme un largo plano en movimiento que nos muestra las dependencias del ilustre edificio con la banda sonora de 'Cocaine'. 'Cocaine' es una de las canciones más famosas de la historia del rock. La compuso J. J. Cale. Eric Clapton la llevó a la fama. La canción misma tiene la estructura de las adicciones: una repetición que atrapa. Hay muchas canciones en la historia del rock dedicadas a las drogas, las prisiones luminosas, el matrimonio con el vampiro. Cannabis, cocaína y alcohol son las sustancias que más se trasiegan en lavabos y salones, rincones oscuros y bancos al sol de toda Europa.
Como el alcohol no está prohibido, no hace falta irse al lavabo para tomarse una copa o veinte. Pero todo el mundo sabe a dónde hay que ir a frotar las bayetitas detectoras, dónde está el lomo de la lámpara de Aladino que mostrará el paso del genio de la coca. También es cierto que en alguna fiesta se ha visto a algún alocado parlamentario británico esnifando en público. Cuando se esnifa y se bebe, se sigue esnifando y bebiendo con desinhibición, lo cual hace también que el virus de la covid y otros desaparezcan del parabrisas.
El lunes, Boris Johnson se vistió de policía y se paseó por la ciudad de Liverpool acompañado de policías de verdad. Todo para salir en Twitter y anunciar su plan de lucha contra las drogas, hecho de más medidas represivas y más actividad policial. Lo que no pensó Boris es que esta actividad policial iba a ejercerse en Westminster. El secreto a voces, sin embargo, jugó en su contra, y en cuanto él se dio su bañito de publicidad a alguien se le ocurrió hacer una inspección en los lavabos que usan los miembros del Parlamento, más que nada para hacerle la prueba del algodón a su plan y obtener el resultado esperado: altas concentraciones de hipocresía y de vanidad, clasismo e ineficacia.
Existe la fundada sospecha de que ese 'alguien' representaba al propio 'Sunday Times'. Se sabe que actuó con la aprobación del presidente de la Cámara de los Comunes, Lindsay Hoyle, quien no parece estar muy contento con los hábitos de los 'MPs'. Estas cosas no pasan en España. Aquí nadie pasa bayetas reactivas por los lavabos del Parlamento.
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