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Hay un fracaso político sobrevolando los países que en el pasado tuvieron gobiernos dictatoriales. Es como si la memoria, ese magma empapado en historia y contaminado por las emociones, encontrara el cauce para aflorar a la superficie. No es raro advertir que esa memoria es ... utilizada por las formaciones políticas como una soga de la que tiran de uno y otro lado dejando que el espectro del pasado quede suspendido en partículas letales para el consenso.
Divididos en ricos y pobres, conservadores o liberales, jóvenes o mayores les ha tocado acudir a las urnas a los chilenos y lo que vaticinaban los expertos se ha cumplido en la primera vuelta; una fuerte abstención y la ultraderecha y la izquierda disputándose la presidencia de ese país que mira a sus vecinos caer en gerencias dudosamente democráticas sin que nada lo evite. El modelo ya es conocido tanto en el continente americano como en Europa. Se da la circunstancia de que en este país existe la prohibición de publicar encuestas sobre los resultados quince días antes de la votación, con la intención de no influir en el votante, aunque nadie puede poner coto a las redes sociales.
Nicolas Berggruen, filántropo y filósofo, ha publicado un libro que habla sobre los gobiernos en la era digital en el que afirma que los populismos han implantado una dictadura de las minorías que pone en riesgo las previsiones electorales, dejando en el aire la sorpresa del voto final como ocurrió con Trump, y sometiendo a los candidatos a una presión desconocida. En Chile no se ha pensado hasta ahora que la democracia estaba en peligro pero de nada se puede estar seguro.
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