![Bofetadas](https://s1.ppllstatics.com/elcorreo/www/multimedia/202204/03/media/cortadas/opi-bas-kegF-U1601537137866PnE-1248x770@El%20Correo.jpg)
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La contundente y sonora bofetada (con la mano cerrada habría sido un buen 'crochet' de derecha) del pirado Will Smith a Chris Rock me ha hecho recordar otras, de mi vida y del cine. El tortazo, aunque sin duda es menos brutal y lesivo que ... un puñetazo, sin embargo es más vejatorio, resulta humillante sobre todo cuando se administra como correctivo. «Esta bofetada, que me ha dolido a mí más que a ti (para colmo), ha sido por tu bien».
Mi infancia y parte de la adolescencia estuvo llena de bofetadas, era práctica cotidiana en el colegio de los maristas. Vi dar muchas y me dieron bastantes. Me libraba de las didácticas (por ejemplo, colocados en fila, un sopapo en condiciones a cada uno de los que había tenido más de cinco faltas en el dictado), pero me llevaba las de mal comportamiento o simple parloteo. Había especialistas en su ejecución, tanto curas como seglares. De estos últimos, el hombrecillo de Geografía te cogía del pelo de las patillas hasta que, inerme, estirabas el cuello y entonces te sacudía a dos manos un par de bofetadas estereofónicas; alguno sangró de los oídos. Uno de los curas, un aldeano como una torre, te soltaba un único bofetón descomunal que hacía que te tambalearas. Casi era lo peor que por lo general la hostia no te caía desprevenido, sino que te hacían salir a la pizarra a recibirla y la esperabas como el condenado la inminente descarga de fusilamiento. Uno de los peores, el hermano Emilio, de Francés, que parecía un jabalí, solo atizaba a un desgraciado por curso, pero era una inacabable paliza de no menos de una docena de fuertes bofetadas. En fin, eran otros tiempos. La España de las postrimerías del franquismo era todavía muy oscura.
Bofetadas de cine. Desde luego una de las más famosas es la de Glenn Ford a Rita Hayworth en 'Gilda'. Muy divertidas, las de 'Amici miei' (Habitación para cuatro'), de Monicelli, cuando los amigos amantes de las bromas pesadas van a la estación y saltan para dar bofetadas en serie a los que están asomados a las ventanillas despidiéndose cuando el tren parte. Patética la que se lleva el rancio don Lope (Fernando Rey) después de cruzar la cara con el guante, a modo de desafío para batirse en duelo, al joven pintor (Franco Nero) en 'Tristana', de Buñuel. El tortazo le hace perder el equilibrio y cae al suelo como lo que es, un viejo ridículo. Y terrible, infamante para el que la da, no para quien la recibe, la seca bofetada que un SS asesta al anciano Szpilman padre en 'El pianista', de Polanski, solo porque es judío y no se le permite andar por la acera, tiene que ir entre el barro y el tráfico de la calzada.
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