Secciones
Servicios
Destacamos
Edición
Este año hemos hecho muchos kilómetros en coche. Demasiados. Y por ende, hemos escuchado mucha música. En un momento dado, decidimos que valía ya de Ed Sheeran -aunque mola- y Justin Bieber -ese no mola-, y había que educar a los niños su sentido musical ( ... y el nuestro). Así, hemos oído las melodías clásicas de siempre. Esas que a veces no atinas si son de Beethoven o de Mozart, pero que sabes tararear de un modo más o menos digno. Y precisamente teníamos la preocupación de que nuestros hijos jamás pudieran hacerlo.
Supongo que la vida diaria nos aparta de la belleza y nos conduce más al estímulo inmediato. Incluso expresiones artísticas más 'asequibles' como las imágenes o las historias audiovisuales han dejado de admirarse. Ahora solo se consumen.
Igual nos pasa con la sencilla y olvidada contemplación de los paisajes. No he estado en ningún lugar exuberante, ni he caminado por la ruta inca hasta Machu Pichu, como ha hecho un amigo del alma. Pero la luna, el cielo y el mar son obras de arte -y muy logradas- que pueden contemplarse en casi cualquier parte del mundo. Y en verano he tenido más tiempo de hacerlo.
La reflexión que saco de todo esto es que debemos dedicar tiempo a la Belleza. Lo bello nos eleva el espíritu. Lo demás distrae, pero la Belleza nos lleva a lo verdadero… quedando por determinar lo que sea eso para cada uno. Decían los incas que no hay obra humana comparable a la de la diosa Pachacamac, la diosa de la Tierra. Cada uno que lo llame como quiera. Pero dediquemos tiempo a la contemplación. Y no nos quedemos ahí: sigamos consecuentes el camino que esa contemplación nos marque. La Belleza… nos hará mejores.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.